Tras el día del Señor, día de descanso merecido, ayer iniciamos el bloque de psicoeducación, con la psicóloga argentina, Graciela Senosiain. El tema con el que despegamos el vuelo fue el acompañamiento, la cultura institucional y el paradigma del cuidado, y una resignificación en clave de esperanza. Fue tan intenso el contacto con el mundo interno, revisión y el compartir que no llegamos a poner por escrito nada en la web. Como lo habréis podido notar… Una de las hermanas comparte lo que más ha resonado en la sala.

Hoy hemos continuado con Graciela… El tema de la espiritualidad-animación. Y teniendo en cuenta el compartir nosotras y sus exposiciones, estas son las ideas que asoman:

La animación no tiene que ver con lo qué tengo que hacer sino cómo tengo que ser y estar. La espiritualidad es una característica del ser humano, aunque esto fue ignorado por un tiempo por algunos psicoanalistas. Ayuda a la persona a revisarse continuamente. El egocentrismo es firmar su propia muerte. Es un impedimento para el crecimiento de la persona. La relación entre espiritualidad y animación requiere esfuerzo y atención al «otro». No afecta las habilidades, sino que cambia la forma de cómo actuamos, cómo somos. No es una agilidad técnica; porque requiere pararse frente a los que son animados, «hablarles» desde el testimonio de la vida. Para la organización – espiritualidad, es importante mencionar que la ley debe estar al servicio del hombre.

La espiritualidad nos obliga a poner de rodillas ciertos tipos de «yo»; a aceptar ceder para ganar, a vacíarnos para ser plenos. De ahí a preguntarnos qué parte de mi vida debo poner en rodilla? La espiritualidad, más que la racionalidad, abraza a todo el ser humano, ayuda a la persona a organizarse a sí misma teniendo en cuenta los propios límites. El ego que no se organiza bien frente a sus carencias está experimentando una profunda tragedia. Tenemos que amar lo que tenemos y trabajar por cumplir nuestros sueños. De ahí la teoría de uno-todo-no, ya que no podemos tenerlo todo y hacer lo que queremos; tenemos que contentarnos con lo que tienemos y aceptar la complementariedad. Teniendo en cuenta que la vida me está esperando y no al revés.

Otra idea es la de los fundamentos sin forma. Salir de la lógica lineal que es un razonamiento de la gente obsesiva, encerrada en el statu quo y menos flexible o ni siquiera abierto; y entrar en el pensamiento complejo, abierto a la novedad, al misterio. Saber ir más allá de las formas, de los conceptos predefinidos. Para crecer uno mismo no en la condición humana que es lo normal para cada ser humano, sino en la humana condición que regenera a uno en la relación consigo mismo, con Dios y con los demás.

Al final, la espiritualidad nos salva de la «masculinización», del endurecimiento del corazón enfrentado a las situaciones difíciles que normalmente deben despertar la compasión. La espiritualidad me permite ser libre para hacer lo que puedo, lo que tengo que hacer y, a veces, lo que quiero. Permite al final transformar la tensión en diálogo, la polaridad en el dinamismo, en un movimiento de colaboración-competencia y sin exceso de presión psicológica o manipulación.
Seguirá.

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