(Texto a continuación del video)

PREGÓN 2019
Fervorosa, Penitencial y Carmelitana Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la Sagrada Lanzada del Santísimo Cristo de las Penas y Dulce Nombre de María Santísima

Estimado Hermano Mayor de la Fervorosa, Penitencial y Carmelitana Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la Sagrada Lanzada del Santísimo Cristo de las Penas y Dulce Nombre de María Santísima, D. Carlos Manuel Soto López.
Queridas Hermanas Carmelitas Misioneras Teresianas.
Queridos representantes de las diferentes comunidades educativas de nuestra Congregación aquí presentes.
Presidentes de la Asociación de Padres y Antiguos Alumnos del Colegio.
Estimados familiares, amigos, hermanos todos en la fe en Cristo:

Cuando D. Carlos Soto López, presidente de la Hermandad, al ofrecerme el ser la encargada de glosar el pregón con motivo de la celebración del XV aniversario fundacional, me envió la reseña histórica que me sirvió para contextualizar estas palabras, decía que las palabras del pregón son pronunciadas por una persona “merecedora de esta responsabilidad”.
Soy consciente de que las diferentes personas que me han precedido en este acto tan significativo e importante, fueron y siguen siendo merecedoras de esta responsabilidad. Hoy habéis confiado en mí y espero que al final de este breve mensaje también sea digna de ser contada entre los “merecedores”.
Agradezco de corazón este privilegio que se me concede. Y confío que mis palabras les ayuden a vivir con mayor intensidad el gran misterio Pascual.
Me gustaría que cada uno de los aquí presentes se introduzca en los diálogos de Jesús que voy a ir expresando para que, al final de este acto, todos estemos más conmovidos por los sentimientos de Jesús y de los diferentes personajes que componen los maravillosos pasos de la Sagrada Lanzada y del Dulce Nombre de María Santísima.
Quisiera reflejar en mis palabras los sentimientos de Jesús. Más aún, quisiera que él tome mi voz y os hable en esta tarde.
Os invito a imaginar, sí, a visualizar el momento de la vida de Jesús que representan estos pasos sabiendo, como nos dice Teresa de Jesús, que representado Cristo, viéndolo cabe sí, se puede sentir su perfume (4M 2,6), escucharlo cuando habla y tocarlo con ternura (C 34,10).Deseo que este “mirar” a Cristo, en todos los detalles y gestos de estas esculturas, nos acerque al interior de su persona, de sus actitudes y sentimientos y nos lleve en definitiva a amar a ese Cristo viviente en los rostros concretos de nuestros hermanos.
Os invito, por tanto, a entrar en estas escenas de la tradición cristiana, especialmente a escuchar este diálogo de Jesús con Longino, con las mujeres, con Juan, con su madre… y en ellos con nosotros, con nosotras, contigo y conmigo.
Y sin más preámbulos, prestando mi voz a los sentimientos de Cristo, inicio:

Aquí estoy, como tantas otras veces, rodeado de quienes han perseverado en el amor hasta el final (cf. Lc 22,28).
Esta ha sido la voluntad del Padre, que aquellos que tú me diste estén conmigo en estos momentos de dolor (cf. Jn 17,24).
Qué fácil es estar al lado de quienes triunfan, de quienes están alegres, de aquellos a los que la vida les sonríe. Pero qué difícil es acompañar cuando las cosas se complican, cuando la vida se tiñe de dolor, de incertidumbre, de muerte.
Y qué contradicción más grande, especialmente es en estos momentos cuando el Amor es más puro, más verdadero, es en esta situación de prueba cuando los sentimientos dejan paso a la decisión firme de perseverar hasta el final, aún sin entender, sólo porque la persona amada lo necesita y porque nos atrae.
Son y serán muchos los que a lo largo de la historia me mirarán a mí, al que traspasaron (cf. Jn 19,37), pero vosotras y tú, Juan, sois los que iniciáis una larga cadena de creyentes. ¡Sois vosotros quienes os habéis arriesgado y, de pie y de frente, con lágrimas y mucho dolor, me acompañáis en este momento de sufrimiento y de Cruz!
Seréis vosotros quienes gocéis también los primeros de la Resurrección porque habéis perseverado en las pruebas y eso es garantía de eternidad.
Mis primeras palabras quiero que sean para ti, Madre. Sin entender mucho, o mejor, sin comprender nada acogiste las palabras del Ángel y le dijiste sí (cf. Lc 1,38). Lo que no sabías eran las consecuencias últimas de esa respuesta. Es difícil ahora, en este momento, comprender el plan de mi Padre; es dura la soledad, verme colgado en esta cruz y seguir diciendo sí, que se haga su voluntad (cf. Lc. 22,42).
Madre, no puedo pedirte que no sufras, pero sí que sigas confiando. Aquí tienes a Juan, él te va a acoger en su casa (cf. Jn 19,27) y aunque el lugar del Hijo no lo ocupa nadie, la soledad acompañada será algo más llevadera.
Y…. será cuestión de tres días, porque después de ese tiempo mi presencia entre vosotros será plena, el dolor se transformará en alegría y la muerte dará paso a la vida.
Junto a ti, Madre, están todas las mujeres del mundo que lloran por sus hijos, por tantas situaciones de egoísmo, odio, injusticia, dolor y muerte que les rompen el corazón; son todas esas mujeres que no comprenden y que, como tú, se preguntan por qué… En esta cruz está el sufrimiento de muchos, el de todos los que aún sin saberlo serán redimidos; esta noche, en esta cruz, también está vuestro sufrimiento…tened la certeza que es redimido.
Aquí estás Juan. Con razón te llamé el discípulo amado (cf. Jn 21,20), eres el único hombre que me has acompañado hasta aquí. Estaba seguro que podía contar contigo hasta el final. No juzgo a los otros; tienen miedo y lo comprendo. Aunque todos me han abandonado sigo confiando en ellos, en la bondad de su corazón. Tú, querido amigo, ESTÁS (cf. Jn 19,26), no te importa lo que pueda sucederte, porque el amor que me tienes es más fuerte que el miedo a las consecuencias.
Eres signo de todos los que a lo largo de la historia acompañan a otros en el dolor, y todo por amistad, por compromiso y fidelidad a la persona amada, porque el amor verdadero se arriesga, no escatima esfuerzos ni se echa para atrás en la prueba y el dolor.
Acoge, querido Juan, a la madre que ya no es solo mía ni tuya, sino Madre de todos los creyentes. Ella me acompañó y seguirá presente en medio de la comunidad (cf. Hch 1,14) que se adhiere a este proyecto salvador.
¿Y vosotras tres, las tres Marías? No es que seáis mujeres en segundo plano, pero incluso los mismos evangelistas no coinciden en describir cuantas sois (dos, tres, cuatro) ni en vuestros nombres (María Magdalena, María – la madre de Santiago y José, la madre de Juan y el otro Santiago, Salomé, María – mujer de Cleofás) … Percibo vuestra insistencia en poder acercaros un poco más, pero, ya lo veo, no os dejan. Parece que siempre es la misma historia: los poderosos, los que tienen la responsabilidad, la que otros les han dado y la cumplen hasta las últimas consecuencias, os impiden aproximaros y aliviarme un poco el dolor. Os siento cerca, sois valientes y decididas. Precisamente sois las mujeres las encargadas de llevar el amor, la compasión, la ternura allí donde otros muestran dureza, reflexiones sabias y lógicas, pero alejadas de la vida y la realidad.
Vosotras habéis demostrado una vez más que la intuición femenina y las entrañas de misericordia os habitan. No caen en saco roto vuestras lágrimas y esfuerzos por estar aquí, incluso con el riesgo de que cualquiera o el mismo soldado os agreda. Y podemos deciros como los habitantes de Betulia a Judith, cuando volvió con los suyos después de haber expuesto su vida por su pueblo: el valor que habéis tenido perdurará siempre en el corazón de los hombres y de las mujeres (cf. Jdt 13,18s).
Sois ejemplo y faro para todas las mujeres que, más allá de los lazos de la sangre, se dejan guiar por los lazos del corazón. Os he conocido en los caminos de Galilea a Jerusalén (Lc 8, 2-3) y hoy puedo repetir que conozco a quienes elegí (Jn 15,16). Sabía que vuestra fidelidad era sincera, y hoy lo habéis demostrado con creces. No os quedéis llorando amargamente por mí partida, este es el plan de mi Padre y hoy todo está cumplido (Jn 19,30).
No hay nada que quede fuera del corazón de mi Padre, no queda palabra de la Escritura por cumplir (cf. Mt 5,18; 24,35).
Incluso tú, querido Longino, que como último gesto de odio clavaste una lanza en mi corazón; aún sin saberlo, hiciste que las palabras del profeta Zacarías se cumplieran: Mirarán al que traspasaron (Zac 12,10). También este gesto cruel se ha convertido en fuente de salvación pues, como tú mismo has comprobado, de mi corazón salió sangre y agua (Jn 19,34).
En la historia de la salvación todo, absolutamente todo, tiene un sentido. Sangre, signo del amor entregado hasta el final, un amor derramado, amor sin reservas, amor sin medida. Así os he amado y así sigo amando a esta humanidad, hoy igual que hace veintiún siglos, porque es mi predilecta. Nadie queda fuera de este corazón que da cabida a cada persona nacida de mujer. Sangre, signo del amor que da la vida, y agua, símbolo del Espíritu que vivifica. Espíritu que os prometí y del que os hablé cuando os decía que convenía que yo me fuera (Jn 16,7).
A vosotros, a quienes he llamado amigos, os digo que con mi pasión y mi cruz no os libero del sufrimiento, pero sí os libero de sufrir inútilmente. De mi corazón abierto brotan los tesoros de mi salvación, y aquí tenéis la respuesta a todas vuestras preguntas, el alivio para vuestros sufrimientos y el sentido pleno para todas nuestras cruces.
Contemplad el infinito amor que os ha tenido el Padre. Desde este momento la cruz deja de ser lugar de horror y de muerte y se convierte en signo de esperanza para un mundo de incertidumbres y sufrimientos. Estad seguros de que la cruz representa el grano de trigo que brotará en la Pascua para la vida nueva (cf. Jn 12,24).

Ahora retomo mi voz propia, y como animadora general de las Carmelitas Misioneras Teresianas, os digo de corazón y con toda la fuerza de mis convicciones:
Cuando el martes santo, con profunda devoción y sostenidos por la fe, levantéis este hermoso misterio y evangelicéis con sus imágenes las calles de Elche, recordad estas palabras “Mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37).
Cuando en esta Semana Santa Ilicitana los niños, jóvenes y adultos de esta Fervorosa, Penitencial y Carmelitana Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la Sagrada Lanzada del Santísimo Cristo de las Penas y Dulce Nombre de María Santísima procesionéis, con vuestras silenciosas pisadas, la gravedad y esfuerzo de vuestros gestos, el recogimiento de vuestras miradas y la intensidad de vuestras vivencias, recordaremos a tantas generaciones de alumnos y de hermanas carmelitas que lo han hecho posible y que han ido entregando este legado, expresado así en la más honda devoción popular.
Al contemplar hoy la participación de tantos jóvenes me viene a la memoria la experiencia que nuestro fundador, Francisco Palau, compartía en 1864 con D. Ildefonso Gatell y que publicó en la Revista Católica: Tú conoces la historia de la imagen de Nuestra Señora de las Virtudes,… me acompañó en mi destierro… Y se había ya constituido… señora, reina y madre de todos… Ganada la capital, no con fuerza de armas sino por amor, nos faltaba dirigirnos a los pueblos. … En su marcha se ofrecieron a ser guardias de honor todos los jóvenes de la ciudad que se disputaban la dicha de llevar sobre sus hombros su trono (Pág. Periodísticas 2, 4). Que también vosotros, al llevar sobre vuestros hombros, sobre vuestras cervicales el peso del paso, experimentéis la fraternidad, el compañerismo y el luchar por una misma causa incluso cuando se hace sufrido: la presencia salvadora de nuestro Señor y su Madre Santísima en esta Iglesia que peregrina en Elche.
Cuidad, como nos recuerda el papa Francisco, esta expresión de piedad popular como un precioso tesoro de la Iglesia católica, donde aparece el alma de los pueblos (EG 123) y que indica, primero a vosotros mismos y también a la comunidad, que es necesario seguir a Cristo en el camino concreto de la vida para que nos transforme. (Francisco, Jornada de las Cofradías 2013).
Agradezco en especial a las hermanas María Socorro Morales y Remedios Chimeno que hace quince años supieron decir “adelante” ante la propuesta osada de aquellos jóvenes “fundadores”, y también a todas las hermanas que os han ido apoyando y acompañando.
A todos os digo: sed muy conscientes de que este paso, precioso en sus imágenes, está colmado de contenido, y estas expresiones de los rostros irradian un profundo significado y una profesión de fe: Jesús, el que camina con nosotros, es nuestro Salvador y Señor.
Le pido a Jesucristo, de cuyo costado salió sangre y agua, que inunde nuestras vidas, las de nuestras familias y amigos, en especial las vidas de toda la comunidad educativa del Colegio Nuestra Sra. del Carmen, y os alcance a cada uno la gracia de vivir al pie de la cruz y de las cruces de tantos hermanos que siguen sufriendo la injusticia y el dolor.
Sed como esas mujeres valientes, sed como Juan y como María, pero sobre todo, sed como Jesús, para que su presencia en el mundo siga atrayendo a muchas personas hacia Él (cf. Jn 12,32).
Provocad en quienes os vean procesionar esa experiencia que consciente o inconscientemente desean: “MIRAR PARA CREER Y SER SALVADOS”.

Elche, 23 de marzo 2019

Hna. María José Gay
Animadora General
Carmelitas Misioneras Teresianas