Seis intensos meses que nos han hecho más mujer despertando, en cada una, una mayor sensibilidad acerca del sabernos Iglesia siendo invitadas a dar respuestas concretas a lo que Dios y los prójimos nos expresan…

Nos embarcamos en esta propuesta, las preguntas surgieron, pero muchas más fuertes y convincentes fueron las motivaciones que nos impulsaron a decir “Acá estoy…”

Iniciamos este curso sabiendo que toda respuesta es personal y que el camino es una convocación constante, por lo tanto, la apertura fue una actitud a resguardar en el día a día. Emprendimos viaje, nos involucramos con la dinámica, buscamos alternativas ante aquellas situaciones que le dieron otro cauce a lo que ya estaba establecido.

Participamos de los talleres, durante varias mañanas nos dirigimos al CITeS, armamos mochilas para salir a visitar aquellos lugares que mantienen viva la riqueza del Carmelo, reorganizamos horarios y nos sumamos a la vida  parroquial y diocesana, también asistimos semanalmente a la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, nos dejamos llevar por la reflexión, interiorizando pausadamente lo que se desprendía de las charlas, de las  temáticas como así también de esos momentos cotidianos que sorprendían con alguna inquietud, testimonio, visita o un simple diálogo que incentivaba a ir un poco más allá.

Podríamos seguir citando momentos, pero creemos convenientes proseguir con nuestra expresión de gratitud para con quienes soñaron e hicieron posible este curso y no solo nos referimos a las hermanas del Equipo General de Animación y Gobierno que lo proyectaron optando por la permanencia de la hna. Inés durante el despliegue de todo el proyecto. Ella estuvo atenta a cada proceso que se despertaba siendo cuidadosa con todo aquello que se le confiaba. Un “gracias” que se extiende a cada una de las hermanas que integran los Gobiernos Provinciales como a todas las que conforman esta familia. Cada una de ellas, han apostado brindando tiempo, esfuerzo, presencia, compromiso, compañía y comunión constante para que nosotras pudiéramos aprovechar al máximo.

Eso sí, no solo fue un vivir la comunión entre las hermanas, el compartir, el ir dando paso se enriquecieron de la comunicación sentida, confiada y motivada por los laicos, fueron ellos quienes desde su experiencia alentaban nuestra vocación permitiéndonos ampliar nuestra mirada, haciéndonos llegar el valor, riqueza y enseñanzas, dinamizando así, nuestras vidas.

Volvemos a pasar por cada momento, y nos alegramos con los pasos dados, también con aquellos desafíos que nos interpelaron porque cada uno de ellos nos invitó a discernir, ver, escuchar, valorar para nuevamente optar.

Con esta propuesta se nos permitió tomar más consciencia de los acontecimientos cotidianos, darnos ese tiempo para releer nuestra historia vocacional a la luz del proceso de búsqueda de nuestro padre fundador, seguir cultivando nuestra identidad y sentido de pertenencia contemplando las raíces del carmelo, valorando los aportes de los grandes maestros siendo creativas desde la originalidad de nuestro carisma.

Considerar los diferentes modos de estar sabiéndonos inspiradas por una misma esencia, que tiene su origen en la Trinidad, apreciar la entrega de muchas hermanas que sin escatimar nada han nutrido la vida de cuantos la rodeaban, apasionarnos no solo con el relato teórico sino dejarnos movilizar por lo que se respiraba en cada uno de los sitios palautianos visitados. Enfocando nuestra mirada en la clave “Dios y los prójimos” invitación que nos salía permanentemente al encuentro brindando a nuestra vida el sello particular de toda CMT.

Fue un constante celebrar y esto no fue un festejo a solas porque la comunidad de acogida,  situada en Ávila permitió que así lo viviéramos, las hermanas se sumaron a los festejos, pasaron cumpleaños, navegamos por cada cultura cada vez que una fecha patria o religiosa se pronunciaba, dimos un inmenso gracias a Dios al renovar la entrega de dos de las hermanas que nos hicieron parte de sus 57 y 51 años de consagradas, fuimos testigos del SI dado por una integrante del curso, la hna Paola Verónica Zapata, su profesión perpetua fue un paso sentido y vivido por ella como así también una inmensa alegría para los que pudimos estar ahí celebrando esa entrega donde las palabras que brotan de nuestras fuentes carismáticas “yo me doy a Ti, Iglesia” “Ya no soy cosa mía, ya no me pertenezco a mí misma, sino que soy cosa suya…”  se pronunciaron con firmeza y decisión permitiéndonos vivir en serenidad el compromiso con la amada.

El curso culminó, pero no así la vida y mucho menos la vocación, nos sabemos colmadas de herramientas que nos impulsan a seguir ahondando en el conocimiento personal, continuar afianzado el sentido de pertenencia, volver a esas fuentes que contienen el sentir e intensión de Francisco Palau, abrazar nuestra dimensión fraterna para enriquecer nuestras relaciones y cuidar ese espacio de dialogo, sabernos mujeres habitadas al servicio de la Iglesia donde sea y como sea.

Un fin que nos invita a seguir escuchando aquellos aportes que brotaron de las evaluaciones personales como así de las comunitarias, la ruta palautiana la realizamos en España, pero sabemos que en el lugar donde nos encontramos tenemos que seguir transitando esa ruta en donde lo esencial de la vida CMT, la mirada atenta, el escuchar en el silencio orante, vivir nuestra donación por medio de un servicio liberador, nos invita a seguir haciendo ruta siendo conscientes de que nuestra vida es misión y en la Iglesia, por la Iglesia y para la Iglesia nuestra existencia encuentra su sentido más hondo.

Gracias por habernos dejado vivir este tiempo que ha sido para todas un inmenso regalo y que estas experiencias nos permitan seguir creando comunión…

Tabitha Wanjiru, Wivinea, Rosemary Wambui, Mary Reine Ntabarusha y Paola Zapata

CARMELITAS MISIONERAS TERESIANAS