SALUDO DE BIENVENIDA DE HERMANA GENERAL A CURSO DE BODAS DE ORO

Compartimos las cálidas, agradecidas y acogedoras palabras que hermana María José Gay, animadora general, dirigió a las hermanas que hoy comenzaron oficialmente su ENCUENTRO de bodas de oro. 

Queridas hermanas,

con gran alegría os doy la bienvenida a nuestra casa general, el hogar de todas las que formamos parte de esta familia religiosa.

Es para mí un honor acogeros estos días; es un pequeño signo de lo que representa el servicio que se me ha encomendado. Habéis escrito un hermoso capítulo de la historia de nuestra congregación; sí, queridas hermanas, es mucho lo que habéis significado para la Iglesia, es todavía mucho lo que continuáis significando.

Cada una de las que estáis aquí traéis una historia de entrega y fidelidad, seguramente teñida con algo de dolor, pero estoy segura de que todo lo que habita vuestro corazón, ha sido fecundado por Dios y su Palabra y se manifiesta en frutos de vida.

Deseo que estos días sean de ENCUENTRO. ¡Qué palabra tan bonita y tan significativa! Deseo que os encontréis y os dejéis encontrar. Las expectativas que traéis puede que sean distintas, pero no me cabe ninguna duda de que todas deseáis encontraros.

Un encuentro, para que sea tal, necesita la voluntad de querer que suceda y doy fe, porque me lo habéis hecho saber así, que todas anhelabais estos días. Pero como bien sabéis, de encontrarse a encontrarse con hondura, hay un abismo. Os invito a dar un paso más, que lo hagáis desde la profundidad de vuestras experiencias y veréis como Dios se hace el encontradizo y os posibilita vivir con gozo estos días de fraternidad.

Aprovechad también el encuentro con esta Iglesia universal presente en Roma. Seguid la consigna de nuestro fundador: “Cree, pues, en la Iglesia, oye y escucha atento su voz: cuando habla el Papa como tal, habla la Iglesia, porque habla como Cabeza de su cuerpo, y el Pontífice con Cristo son una sola Cabeza” (MR 4,23). Que el participar en la Audiencia del Santo Padre os haga sentir con la Iglesia, y encontraros con su cabeza visible; os haga latir con su mismo corazón y sus mismos sentimientos, que no son otros que los de su Cabeza, Jesús hijo de Dios y hermano nuestro (cf. Fil 2,5; Col 1,18-20)

Ofreceros este curso es un modo más de deciros: ¡Gracias! Gracias hermanas por estos años de entrega. Gracias por vuestros desvelos, por haber respondido con generosidad a la llamada de Dios en esta familia de Carmelitas Misioneras Teresianas. Gracias porque nos habéis transmitido el carisma. Gracias porque al ver vuestros rostros serenos, el gozo y entusiasmo con el que seguís viviendo vuestra vocación, pese a las pruebas y dificultades, nos confirma en las palabras de Jesús: “El que pierde su vida por mí y por el evangelio la encontrará” (Mt 16,25)

Pido a Dios que durante estos días os siga “descubriendo su cara” (cf. Dt 5,4; 1Cro 16,11) a través de todas las actividades que con tanto esmero ha preparado la hna. Inés Fernández, delegada general de Formación. Disfrutad de cada momento, de cada palabra, mirada, silencio, etc.

¡DISFRUTAD LA ALEGRÍA DEL ENCUENTRO!

Que junto a María recorráis este camino de renovación en la Ciudad Eterna, que Ella sea compañera y guía.

Concluyo haciendo mía la plegaria espigada en los escritos del Papa de vuestros primeros pasos en la vida consagrada, San Pablo VI:

Dulce Madre de la humanidad redimida,

Hija excepcional de la humanidad,

Eterno femenino en su cumbre,

Figura de dulzura y de belleza,

La más bella figura de mujer,

Espejo de la luz divina,

Espejo ideal de belleza y de bondad,

Vértice y figura de la Iglesia,

Rostro lleno de gracia, ruega por nosotros.

[…]

Haz que toda la Iglesia

pueda elevar al Dios de las misericordias

un majestuoso himno

de alabanza y agradecimiento,

pues grandes cosas, obró el Señor en ti,

clemente, piadosa, dulce Virgen María.