Las lecturas de hoy nos sitúan en un cara a cara con el Dios de la vida, el Dios que es capaz de liberarnos de “nuestros sepulcros”, nuestras situaciones de muerte, falta de esperanza, opresión y dolor y llamarnos a la vida “Lázaro, sal fuera”

Este Dios de la vida, es fiel, no le da lo mismo lo que nos pasa, se hace presente en el momento oportuno, ni antes, ni después… pasa de nuestras expectativas “Si tu hubieras estado aquí mi hermano no hubiese muerto” para manifestar su Gloria a Su hora.

Cuántas situaciones de muerte podemos estar viviendo en estos momentos, no sólo las que la contingencia actual nos presenta, sino también las que se viven, se han vivido y lamentablemente se siguen viviendo ahí, a nuestro lado y que nosotros muchas veces alienados por la cotidianidad, apenas percibimos su “mal olor”: el dolor y la muerte de los inocentes,  de las víctimas de la “omnipotencia” de unos pocos que usan y abusan de ellos, las personas solas abandonadas a su propia suerte que viven una “muerte en vida”, la frustración de quienes luchan por la justicia y no ven sino injusticia, traición… tantas realidades mal olientes con las cuales convivimos a diario y que a veces cuando las llegamos a tocar, son difíciles de entender… “si Tú hubieras estado…”

Todos llevamos dentro, momentos y experiencias como ésta, situaciones en que nos hemos dado por vencidos, en que la injusticia, la traición, la impotencia al ver que la muerte parece triunfar, nos hace “resignarnos”  a vivir en un sepulcro frío y oscuro; situaciones como la de Marta, en que razonamos con criterios meramente humanos y que, cuando el Señor quiere intervenir con su amor le decimos «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días muerto»; “ya no hay nada que hacer, déjalo…” y escogemos resignarnos en la situación de muerte en lugar de creer en el poder de vida de  Dios, confiar en que nada es imposible para Él, esperar en su poder liberador, sanador, salvador.

Pero Jesús, no permanece indiferente… le conmueven nuestras lágrimas como le conmovieron las de María… y llorando se acerca a nuestros sepulcros, nos llama y nos ordena desatarnos y andar…

En esto se manifiesta la Gloria de Dios, en un AMOR que supera los límites, un amor que, mirándonos a los ojos, nos dice con voz firme y dulce «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Hace falta mucha fe para en ese ambiente de muerte y dolor proclamar: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

En este quinto domingo de cuaresma, pidamos al Señor que fortalezca nuestra fe, o más bien que la sostenga y anime con SU AMOR TIERNO, SIEMPRE FIEL, que es el único que nos puede hacer ver la Gloria de Dios.

Su promesa es siempre fiel, Dios nos ama y con ternura nos promete: “los haré salir de sus sepulcros, pueblo mío”. ESPERA EN MI FIDELIDAD.

Él nos conoce cabalmente, por eso nos recuerda que “los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes”. CREE EN MI PODER.

Dios nos ama por eso nos dice “Sal fuera” … Sal fuera de tus situaciones de muerte, desesperanza, frustración, desaliento… confía en mi AMOR y mi poder, levántate y sal… CONFÍA EN MI AMOR.

Dios nos envía en misión y frente a cada hermano que veamos atrapado nos pide “Desátenlo, para que pueda caminar”. COOPERA CONMIGO.

Esperemos en su fidelidad,

creamos en su poder,

confiemos en su amor,

cooperemos con Él y…

      “VEREMOS LA GLORIA DE DIOS”.

 

CARMELITA MISIONERA TERESIANA