Gracias Señor porque a través de tu Palabra, me confrontas, me sacudes, me consuelas, me llenas de tu paz, de esa paz inalterable que me confirma en el camino, que me devuelve el sentido del por quiénes me consagraste y me invitaste a seguirte.

Al leer este Evangelio, de Juan 3,16-18, me surgen preguntas:

¿Cuánto te amo?

¿Cuánto creo en Ti, en que amas inmensamente?

¿Cuánto, cuánto, cuánto?   ¿De verdad lo creo?

Porque si de verdad te amáramos, si de verdad creyéramos en tu amor desbordante, “tendríamos un mismo sentir y viviríamos en paz” (cf 2Cor 13, 11-13). Si de verdad tu amor traspasara nuestros límites y barreras nuestro corazón no se sentía vacío, ni egoísta ni envidioso. Si de verdad te amáramos, amaríamos a todos con el amor con que nos amas. Tu nos conoces, conoces nuestra realidad, nuestra falta de fe, nuestro narcisismo, pero también la profunda necesidad, muchas veces inconsciente, de amar y ser amados.

Hoy me resuena en lo profundo esta frase: “El que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios”. ¡Cuánta verdad, cuánta profundidad en tus palabras, Trinidad Bella!

El peor infierno es vivir encerrado en uno mismo, lejos del amor, de la donación, de la entrega. En ese “encierro estéril” la vida se marchita, se amarga, envejece, muere. No son los años ni los títulos ni pastorales lo que marcan una vida con sentido, sino el amor y solo el Amor, ese amor que entrega lo más profundo y valioso que tiene para que otros tengan vida; como tu Dios nuestro, que entregaste lo más preciado de ti para salvarnos y darnos vida.

¡Cuánta gente muerta en vida, cuántos vagando sin saber donde ir! ¡Cómo, incluso en tantas y tantas muestras de tu amor y oportunidades, hay quiénes siguen amargados y amargando a otros su existencia! Cuántos, que incluso, dándose cuenta o no, viven asfixiados de imagen, de poder, de vanagloria, de rencor, de venganza.

Es una urgencia que clama el cielo: rompe nuestras durezas para que tu amor pueda entrar. Ya nos ves, solos no podemos. Auméntanos la fe, ayúdanos a creer.  Dios de amor, Dios de paz, Dios Trinidad te necesitamos. Porque si no “nos rompes” seguiremos como hasta ahora, llenos de argumentos, teorías y prédicas, pero carentes de experiencia y amor, sedientos de tu amor trinitario y del calor de familia.

Que la gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu esté con todos nosotros, con nuestras comunidades y familias. Amén.

 

CARMELITA MISIONERA TERESIANA-EUROPA

Para descargar:  Santísima Trinidad