La azucena, es una cabeza enterrada: produce una varita recta; saca su capullo y, al reventar, llena el jardín de una fragancia muy delicada y exquisita. Con ella forman familia varias especies de lirios de diferentes colores y perfumes.

El padre Palau relaciona la azucena con la virtud de la justicia, que define como dar a cada uno lo que es debido. La familia de los lirios representa a las que él llama las compañeras de la justicia: la religión, la oración, la piedad, la observancia, la obediencia, la gratitud, la veracidad, la liberalidad, y como partes esenciales, la justicia conmutativa y distributiva.

María tuvo la justicia en el alto grado de perfección que requería y reclamaba nuestra salvación y es Ella que nos puede guiar por los caminos de la justicia.

La intención para este día:

Que podamos practicar la Justicia para mirar las cosas, el mundo, la vida, con la mirada y desde los ojos de Jesús.

Me pregunto hoy:

¿Qué siento que debo agradecer a Dios en justicia?

Reviso mi estilo de relaciones ¿doy a cada uno lo que le es debido?

Pido a María fuerza para vivir en rectitud y trabajar por la justicia.

Me comprometo a cultivar una mirada que busque la fraternidad universal, donde cada uno reciba de mí lo que es debido.

Busca esta flor y ponla en las manos de María, y para sembrarla le dirás:

Señora: Yo os ofrezco y os presento hoy la azucena y varias especies de lirios como emblema de la justicia y sus compañeras. Yo, postrado ante vuestro trono, os prometo y me obligo a dar a Dios lo que la Religión me prescribe, a mí mismo y a mis prójimos lo que la ley ordena, y a Vos lo que me pedís y os debo, que es amor, culto y gratitud. Aceptad esta mi ofrenda; recibid, Señora, esta mi flor como signo de mi rectitud y de la justicia.

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