Tenemos para este día una hierba que va entre pies.  Se planta por los senderos de los jardines, y aunque sea a la vista despreciable, pero su olor es muy fino y fuerte, y si la pisan y la aplastan, es precisamente entonces que da su gran fragancia.

No tiene la belleza de la rosa, pero su reina la toma a su lado por camarera para formar con ella coro, corte y ramillete.

Para el padre Palau el que obedece, está como la mayorana a los pies y entre pies del que en nombre de Dios manda; y arrodillándose para recibir el precepto, la orden y la ley, manifiesta el respeto que tiene a la autoridad de quien lo recibe.

María obedeció como hija fiel y leal a sus padres, a los sacerdotes y maestros en el templo, a José en su casa. Obedeció al Ángel y a Dios en todo cuanto se le mandó, […] y porque obedeció, fue digna de ser exaltada.

La intención para este día:

Medítalo bien, piensa en el amor y en la libertad que hay en tu obediencia.

Me pregunto hoy:

¿Oigo y sigo las inspiraciones de Dios y sus mediaciones?

¿Obedezco voluntariamente y de buen grado y con gozo, sea el precepto duro o ligero, sea fácil o penoso? 

Pido a María la gracia de valorar la virtud de la obediencia como un camino de libertad.

Me comprometo a meditar bien, y pensar en el amor y en la libertad que hay en mi obediencia.

Toma la mayorana, adorna con ella la rosa, y, presentando a María tu obediencia dile:

 

Señora: Pongo mi mayorana en vuestras manos.  Yo me comprometo a obedecer humilde, dócil, con amor, voluntariamente, sin murmuración ni quejas, con prontitud y fidelidad a Dios y a cuantos representan su autoridad. Jardinera mía, a vuestra habilidad y a vuestra maternal solicitud fío mi mayorana: cuidadla bien.

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