El amor hacia los prójimos. Lo simboliza la planta de la rosa guirnalda. De flor pequeña, pero abundante, y encantadora por la multitud de sus florecillas que conforman guirnaldas. Sin embargo, le falta olor y unos tallos firmes, consistentes que la sostengan. Para que realmente nos deje asombrados, necesita otra compañía, que añada fragancia al ramillete.

Y de la misma manera que la rosa guirnalda necesita soporte, algo que la oriente en su crecimiento y dé apoyo, nuestro amor hacia los humanos precisa de una dirección, un acompañamiento para que no se vaya por los derroteros haciéndonos más daño que otra cosa.

El amor propio y el amor de prójimo nace del amor divino. Solo por sí y en sí no tiene consistencia. Solo en Dios encuentra la orientación, una referencia de cómo amar. Dios nos ama, y esto nos permite amarnos a nosotros mismos y después a nuestros semejantes de una manera sana. Eso es amar con el amor de Dios.

A la Virgen le podemos pedir orientaciones. Que nos diga cómo amar a los demás. Ella que lo supo hacer vida.

La intención para este día:

Que los que reconocen en su corazón un deseo de ser amado y amar sin medida, los que buscan su camino, encuentren la orientación, que descubran y lleven a la plenitud su vocación.

Reconozco cómo el amor con el que Dios me ama es la fuente y garantía de un amor sano, pleno, a mis hermanos.

Me pregunto hoy:
¿Busco orientación y acompañamiento en mi vida?
¿Reviso y ordeno mis afectos según el corazón de Dios?

Sintiendo a María cercana, lo medito y le pido que me muestre cómo amar a mis semejantes.

Me comprometo a examinar mis relaciones con los que me son más próximos ahora mismo. Sin dejar de lado las pequeñas caridades y las invocaciones agradecidas al Señor de la vida, hoy buscaré cómo acercarme a los que me cuesta acoger.

Pongo en las manos de María la jornada de hoy, con esta oración:

Señora: Yo me obligo, yo me comprometo, yo propongo amar bien, esto es, amar lo que la ley me manda amar. Yo quiero amar lo que en mí y en mis prójimos, y en las cosas que están a mi uso y servicio, Dios ama, y nada más. Lo que Dios ama, yo amo; lo que Dios aborrece, yo aborrezco en mí, en mis prójimos y en todas las demás criaturas. Aceptad, Señora, esta mi ofrenda, y presentadla a vuestro Hijo, fortificad y proporcionad mis propósitos y resoluciones.

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