Teresa, cmt
… en total disponibilidad a las necesidades más urgentes de la Iglesia.
«Este pobre gritó y el Señor lo escuchó» (Sal 34, 7).
El Señor responde a estos pobres proclamándoles bienaventurados. «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 3).
No podemos escuchar y quedar indiferentes frente a estas necesidades apremiantes de la Iglesia, sino también responder, a ejemplo de Jesús. Hay varias maneras de responder. “El creyente extiende la mano, como lo hace Jesús con él” dice el Papa Francisco. ¿Y cómo respondo yo al grito de mis hermanos y de mis hermanas donde estoy, en mi comunidad, en mi familia, en mi misión?
“El compromiso con la Iglesia que sufre nos exige responder como Congregación ante cualquier situación de emergencia o catástrofe” (Dir. 11). Como CMT, ¿cómo respondo o extiendo la mano a las necesidades de los demás?
Como mujeres consagradas, en María encontramos nuestro modelo de escucha. “En María nos miramos porque, con su escucha confiada a la Palabra y su disponibilidad a plan de Dios, nos ayuda al salir al encuentro de los hermanos con actitudes concretas de amor, servicio e intercesión” (Const. 36).
De María aprendemos no sólo a escuchar, sino también a responder. «Tenemos como referente a María, la mujer misionera… Sintiéndose movida por el Espíritu, generó relaciones nuevas de servicio y gratuidad” (Const. 22).
María responde con gestos concretos de amor y generosidad, generando relaciones nuevas. La vemos con prisa camino a la casa de su prima Isabel para servirle.
Escuchar y responder en la vida de Teresa Mira
Toda la vida de Teresa ha sido este movimiento interior de “sentir la compasión” hacia todos. Los testigos dicen que no rechazaba a nadie, era muy conocida en Novelda y por donde pasaba mucha gente la paraba y ella escuchaba sus tristezas y alegrías, dejaba que la abrazasen, la besasen; quería a todos y se dejaba querer.
En Teresa se experimentaba una escucha que transforma, que restaura, que libera. La llamaban “sembradora de paz”. La paz es signo de bienestar y de sanación interior. “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Jn14, 27). El signo de la liberación de los discípulos de sus miedos, de las angustias… es la paz que Jesús les transmite. “No se turbe vuestro corazón, ni tengáis miedo” dice Jesús.
Verdadera discípula de Jesús, Teresa transmite la paz y la promueve con su vida y con sus palabras. “No tengan miedo”, solía decir durante la guerra. “Quien trataba con Teresa se marchaba tranquila y serena, con sensación de paz que a través de ella recibía”.
“Su vida fue una continua oración… Sé que aprovechaba todos los ratos libres de que disponía para pasarlos delante del Santísimo”. De su escucha a Dios en la oración nacía su escucha a los demás. Su actitud de escucha se expresaba en “el trato directo que tenía con todo el que se encontraba por la calle”.
Escuchaba a todos con amor y ternura e inspiraba una actitud de respuesta al amor de Dios y del prójimo: hacer el bien a todos.
Esta actitud de Teresa me llama a un examen de conciencia y a renovar mis relaciones:
- ¿Soy una hermana que escucha y transmite la paz, allí donde estoy? ¿O soy yo quien molesta, quien desanima, quien critica, quien destruye en lugar de construir…?
- ¿Escucho bien a Dios y a mi vecino? ¿Con atención y amor?
- ¿Mi relación con Dios en la oración tiene un impacto en mi relación con las personas con quienes comparto la vida o la misión?
Teresa me invita a «tejer nuevas relaciones» con mis hermanos y hermanas dondequiera que esté. Me enseña a ser un «oasis de Misericordia» para los demás, creando un ambiente favorable a mi alrededor. Un ambiente familiar y comunitario donde todos se sienten bien y alegres.
Mis palabras y gestos deben hablar de paz, comunión, servicio, caridad universal, reconciliación y perdón. Mis relaciones, mi forma de escuchar, de ser y de responder a las necesidades más urgentes de mis hermanos y hermanas deben encontrar su fuente en mi profunda relación con el Señor.
Escuchar al Señor y llenarme de Él, escuchar al hermano, a mis hermanas y responder a sus gritos, me hará feliz.
CONCLUSION
Teresa Mira nos indica, desde su vida, el camino del Evangelio vivido en la sencillez, en la confianza en Dios y en la humildad, como la mejor forma de vivir con la fidelidad creativa nuestro carisma. ¿Cómo? Creando comunión; anunciando y restaurando la belleza; escuchando y respondiendo en total disponibilidad a las necesidades más urgentes de la Iglesia, en la vida cotidiana, y apostando “por acciones sencillas, sabiendo que una palabra y un gesto renuevan la vida y el modo de relacionarnos con Dios, con nosotras mismas” (Const. 22).
Demos gracias al Señor por el don de nuestra hermana Teresa Mira
a la Iglesia, al mundo y a nuestra Congregación.