El evangelio de hoy (Lc 4, 21-30) termina diciendo que, después de oír a Jesús “todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una saliente del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí”

Jesús no se quedó allí para darles explicaciones o ampliar lo que había dicho. Simplemente escogió alejarse de allí. Es un buen ejemplo para nosotros: hacer la opción de dejar pasar aquello que no ayuda… Las energías hay que invertirlas en elegir amar, amar y más amar, en todas las expresiones y modos posibles…. ¿Todo lo demás? Dejarlo pasar…alejarnos, no gastar energías ni tiempo en lo que no nos lleva a aportar vida, luz, esperanza. Porque lo cierto que antes aún que nosotros pudiéramos hacer alguna opción en nuestra vida, el Amor mismo nos eligió y nos “equipó” de amor haciéndonos capaces de amar sin miedo, de pie, con la palabra de autoridad de quien se sabe llamado a amar…

“Desde antes de formarte en el seno materno, te conozco;

desde antes de que nacieras, te consagré como profeta para las naciones.

Cíñete y prepárate; ponte en pie y diles lo que yo te mando.

No temas, no titubees delante de ellos”.

Es alentador escuchar la voz de Dios invitándonos al riesgo, a la radicalidad, a atrevernos… Porque amar es bello, pero todos sabemos que no es fácil, sobre todo cuando amamos al estilo de Dios, al estilo que nos describe Pablo como el modo propio de los seguidores de Jesús (1 Cor 13, 4-13): Amar con un amor comprensivo, servicial, que no tiene envidia; ni es presumido ni se envanece; un amor que no es grosero ni egoísta; que no se irrita ni guarda rencor; que no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad; un amor que disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites, un amor que perdura.

Esta es una descripción tan bella y tan desafiante…Porque, si repasáramos nuestras vidas, nuestras relaciones con la familia, con nuestro esposo o esposa, amigos, hermanos o hermanas de la comunidad de fe, o con el equipo de trabajo, de deporte…nos daríamos cuenta de que, así como son muchas las veces en que amamos con ese bello amor, también son frecuentes las oportunidades en que quedamos cortos, quedamos cortas en el amar… o al menos en el modo de expresar ese amor.

El amor, el amar, necesita que invirtamos tiempo, energías y voluntad, no podemos darnos el lujo de enredarnos en pequeñeces, en altercados, en diferencias. No tenemos tiempo para eso, la vida es corta y nadie la tiene asegurada; el Covid 19 nos lo ha dejado muy claro, y lo sigue haciendo.

Hoy vemos a Jesús hablando en la sinagoga; a quienes escuchaban no les gustó lo que decía. ¿Solución? La única que ven posible quienes llevan por dentro la intransigencia miedosa y rígida: hacer desparecer al que me incomoda, en este caso, despeñar a Jesús. ¡Qué distinto hubiese sido si quienes escuchaban, lo hubieran hecho en verdad, si hubiesen tenido la capacidad, o al menos la voluntad, de acoger el verdadero significado de las palabras de Jesús: el amor será fecundo en aquel y aquella que quiera recibir ese amor, que anhele recibir ese amor!

En este domingo te invito a abrirte camino entre la multitud y como Jesús, elige el amar, elige el “camino mejor de todos”, como nos invita Pablo, elige el amor, el amar…

Esta semana, como es de costumbre el día de la presentación del Señor, la Iglesia celebra la Jornada de la Vida Consagrada. Encomendamos a todas aquellas religiosas y también religiosos que han sentido profundamente en su corazón esta llamada al AMOR, han sido elegidos por el AMOR y que responden en el día a día a la misión de AMAR, desde esta opción de vida, con un corazón libre, indiviso, total y fecundo.   ¡Feliz día!

 

CARMELITA MISIONERA TERESIANA

 

Descargar aquí: IV domingo ordinario C