El jazmín sirve en nuestros jardines para vestir arcos, gaviones y casillas de campaña.  Es en el verano una garantía para los ardores del sol.  No sabe tenerse en pie y necesita quien le tienda su mano y le dirija, y si no, cae en tierra y se enreda entre las demás flores.  Su flor pequeñita es de una fragancia muy fuerte y envía muy lejos sus perfumes.

La virtud de la piedad el padre Palau la ve reflejada en el JAZMÍN, virtud gracias a la cual, damos a nuestros padres el amor, el honor y el respeto que les es debido. Un hijo fiel es para sus padres un hermoso y fresco jazmín, que les hace sombra en su vejez con la espesura de sus brazos y hojas; viste en el verano su tienda de campo, y mientras reposan allí de las penalidades y trabajos de su larga carrera, les conforta la exquisita fragancia que exhala de entre sus ramilletes de flores.

María dio a sus padres y luego a su esposo José: amor por amor, respeto por respeto, honor por honor, favor por favor, servicio por servicio…

La intención para este día:

Que demos a nuestros padres y personas mayores que nos guían o han guiado en esta vida, el respeto y la gratitud que se merecen.

Me pregunto hoy:

Miro cómo está el jazmín en mi corazón: ¿está en flor?

Pienso en las personas que han significado un sostén en mi vida, que han guiado mis pasos, ¿de qué forma les manifiesto mi respeto y agradecimiento?

 Pido a María la gracia de reconocer a las personas que acompañan y guían mi vida.

Me comprometo a acercarme durante esta semana alguna persona que me ha ayudado y tener un gesto de agradecimiento hacia ellos.

 

Presenta a la Virgen la flor del jazmín, y dile:

Señora mía: Ahí va el jazmín de mi piedad, de mi amor, de gratitud para con mis padres.  Yo me obligo hoy a amarles, a respetarles, a serviles, a auxiliarles en sus necesidades espirituales y materiales.  Recibid, mi amada jardinera, estas flores cogidas de mi jazmín, que pongo desde ahora bajo vuestra dirección y encargo.

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