Hermana María Teresa de Prado, animadora comunidad «Inmaculada Concepción». Casa General, Roma
Con mucho gozo deseo hacer aquí una breve mención y recuerdo de la BEATIFICACIÓN DEL P. FRACISCO PALAU, NUESTRO FUNDADOR, que tuvo lugar El 24 de abril de 1988. Se cumplen ya 36 años de este histórico y glorioso acontecimiento de la Iglesia.
Recuerdo bien que fue larga, solícita y detallada la preparación de la Beatificación del Padre, entre las dos Congregaciones hermanas: las Carmelitas Misioneras y nosotras, las Carmelitas Misioneras Teresianas.
Por nuestra parte, fue muy numerosa la participación de las hermanas en la convocatoria que se nos hizo para viajar a Roma, como también la presencia de invitados: Padres Carmelitas, Autoridades Eclesiásticas y Civiles, familia del P. Fundador, alumnado de los Colegios, Residencias y personas conocidas y cercanas a nuestras Obras Apostólicas.
Fue la víspera, el 23 de abril cuando al finalizar la tarde, nos fuimos reuniendo en la bella Iglesia “Regina Pacis” en Roma, que nos abría sus brazos para la vigilia de Oración. Vigilia que fue preparada con especial estima por las hermanas y presidida por los PP. Carmelitas Antonio Viguri y Rafael Ma. León. Fue un tiempo propicio para escuchar la Palabra de Dios y también para profundizar y agradecer a Dios el gran regalo de la Beatificación del Padre. Todo entre cantos de alabanza y acción de gracias, acompasados por las palabras del P. Francisco, hijo fiel de la Iglesia, que nos marcaba los senderos que él transitó lleno de ardiente celo por la Iglesia. En el templo estaba presente, dándonos la bienvenida, la Virgen María, a quien el Padre tanto amó. Ella nos miraba complacida desde el bello mosaico del presbiterio, queriéndonos decir tantas cosas vividas en las confidencias íntimas de oración con el Padre, y a quien él vio, como Tipo Perfecto y Acabado de la Iglesia.
El siguiente encuentro, el gran «encuentro imborrable», fue al día siguiente en la Plaza de San Pedro. Todos buscábamos el mejor lugar para ver y escuchar al Santo Padre. La emoción fue incontenible al oír sus palabras: FRANCISCO DE JESÚS MARIA JOSÉ PALAU Y QUER SERÁ LLAMADO BEATO DE AHORA EN ADELANTE. AMEN. Y un largo y sonoro aplauso puso el broche a estas palabras pronunciadas por el Santo Padre, a la Iglesia Universal. El eco se repetía en nuestros corazones mientras nos embargaba una profunda alegría. Quedaba así confirmado por el Papa Juan Pablo II, el amor ardiente con que el Padre Francisco Palau vivió como verdadero Hijo de la Iglesia, a quien amó y defendió siempre, dispuesto a dar su vida por Ella.
El Santo Padre en la homilía hizo alusión al Buen Pastor, que el Beato Francisco utilizó en las predicaciones populares y en las catequesis. Él mismo encarnó admirablemente la figura del Buen Pastor, que supo acercarse a las personas más necesitadas para prodigarles ayuda y consuelo. Nosotras, sus hijas, con gratitud a Dios, abrazamos el regalo de su Carisma Eclesial y Mariano, preciosa herencia para seguir embelleciendo a la Iglesia, desde la comunión Trinitaria.
Un recuerdo de amor entrañable brota de mi corazón hacia las queridas hermanas que estuvieron presentes en tan gozosa celebración y hoy viven para siempre con el Señor. Para ellas nuestra gratitud por siempre.
Antes de concluir la solemne celebración, las nubes quisieron unirse y solemnizar el momento con una lluvia suave y fecunda, que se fue haciendo copiosa y abundante al terminar la solemne Eucaristía y después de la celebración. Pasada la lluvia, pudimos contemplar el sol radiante, nueva presencia y presagio de la bendición de Dios, que nos acompañaba con su esplendor, en este día de gloria para toda la Iglesia.
Muchos otros encuentros memorables tuvieron lugar en nuestra familia religiosa, en los distintos lugares y Continentes donde la Congregación está presente, para inmortalizar, con el sello del amor filial, a nuestro amado P. Fundador que hoy, nos sigue repitiendo: “Tu sabes Iglesia santa, que vivo sólo por ti, y para ti”. Una gran lección para nuestra vocación de Carmelitas Misioneras Teresianas, con la seguridad de que el Padre y Beato Francisco Palau, nuestro fundador, desde el Cielo, podrá seguir proclamando complacido: “Yo admiro en vosotras la obra de Dios”.
Unidas a la estela de Santidad de nuestro querido Padre, sus hijas, anhelamos vivir la fecunda síntesis del amor a Dios y del amor a los hermanos, contemplando la fuerza del Espíritu, que va conduciendo a la Iglesia, hacia toda la verdad y hacia su plenitud.
Roma, 24 abril de 2024