Que en mis relaciones con las personas que trato sea acogedor y sincero, y tenga siempre mi puerta abierta.
Me pregunto hoy:
¿Acepto mi resistencia ante esta intención? ¿Soy capaz de reconocerlo?
¿Me siento regalado por Dios? ¿Transmito con gestos concretos este hacer bien de Dios en mi vida a la vida de los que me rodean?
Señora: Yo me obligo a practicar en bien de mis prójimos todas las obras de misericordia que pueda y que están en mis manos. Tendré para todos aquellos con quienes me familiarizo, un corazón afable, benigno, dulce,
manso, y seré su servidor. Ni con palabras, ni con obras, ni con gestos, ni directa o indirectamente les contristaré, les molestaré ni mortificaré. Recibid, Señora, estos mis propósitos, y haced que tengan un efecto siempre eficaz.
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