Todo pecado es un rechazo del amor de Dios y por lo tanto daña nuestra relación con Él. Daña también nuestra comunión con el cuerpo de Cristo, la Iglesia. “Por esta razón, la conversión implica tanto el perdón de Dios como la reconciliación con la iglesia, que se expresan y realizan litúrgicamente por el sacramento de la penitencia y la reconciliación» (CIC #1440).
El sacramento de la penitencia es significativo en nuestra vida de creyentes: para el efecto de la reconciliación, la conversión y la cercanía a Jesucristo. Si realmente creemos que los sacramentos son un encuentro personal con Jesús y su amor, ¿qué es lo que nos mantiene alejados? ¿A qué le tememos?
La intención para este día:
Que siempre busque conscientemente reconciliarme con la Iglesia, herida por nuestros pecados, en la vida diaria y en el sacramento.
Me pregunto hoy:
- ¿Vivo en actitud de reconciliación con los demás? ¿conmigo mismo? ¿con Dios?
- ¿Estoy dispuesto a hacer justicia reparando el mal cometido?
- ¿Es el sacramento de la penitencia una parte importante de mi vida espiritual?
Pido a María, madre de la misericordia, refugio de los pecadores y estrella de la nueva evangelización, que me acompañe en el camino hacia la gracia del perdón de su Hijo.
Me comprometo a estar atento a las actitudes que cultivo en mi corazón, a buscar reconciliación y a esforzarme por ser santo e ir superando los hábitos de pecado.
Le presento las hierbas aromáticas y medicinales, y le digo:
Señora: Ahí van estas plantas y yerbas fuertes como señal del arrepentimiento de mis culpas. Recibidlas, presentadlas a vuestro Hijo y alcanzadme el perdón de todas ellas.
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