NUESTRO CARISMA
Nuestro carisma nace de la experiencia eclesial de Francisco Palau, quien ha recibido del Espíritu el llamado a vivir el mandamiento del Amor: “Amor a Dios y a los hermanos” y experimenta este mandato como amor a la Iglesia, de la que Cristo es Cabeza y nosotros su Cuerpo.
“La congregación de todos los prójimos unidos a Cristo, su cabeza, [la Iglesia] es tu amada” MR 10, 5, 2°
Esta experiencia eclesial “sabernos Cuerpo de Cristo”, nos hace sintonizar con la humanidad de una manera nueva. Nos reconocemos imagen de Dios y hermanas de los hombres y es por esto que nos alegramos con quienes se alegran y sufrimos con quienes sufren, comprometiendo toda nuestra vida en favor de aquellos que no gozan plenamente de los beneficios que nos da ser familia de Dios.
Raíces Carmelitanas
El nombre de Carmelitas Misioneras Teresianas, encierra el origen y el sentido de nuestra vocación. Nuestra familia religiosa hunde sus raíces en la pasión profética de Elías y en el espíritu contemplativo y misionero de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.
El magisterio y la experiencia de los santos del Carmelo, iluminan nuestra vocación.
Espiritualidad Palautiana
Nuestra espiritualidad no es otra cosa que la manera concreta de vivir el carisma regalado a nuestro fundador, es nuestro modo de ser y de vivir.
Somos contemplativas. –
- Contemplamos a Cristo cabeza de la Iglesia y tratamos de amistad con El, estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama.
- Contemplamos a Cristo presente y visible en los hermanos, descubrimos que cada persona lleva impresa la imagen de Dios.
- La unión con Dios y al amor a los prójimos son dos caras de un único y mismo amor que hacen que nuestra oración sea el primero de nuestros servicios apostólicos.
Somos misioneras. –
De la mirada contemplativa a lo profundo de cada ser humano, surgen nuestro compromiso misionero de construir relaciones a imagen de la Trinidad o comunión
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Anunciando la belleza profunda de cada ser humano
“Yo veo en ti… la imagen de Dios trino y uno… eres amable cuanto lo es Dios, eres bello y hermoso como Dios, porque esa belleza no es más que la de Dios impresa en el hombre y comunicada a la criatura” MR 9,18
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Realizando un servicio liberador y sanador que nos compromete con la humanidad herida, marginada, sufriente.
“Mírale en este Cuerpo que es su Iglesia, llagado y crucificado, indigente, perseguido, despreciado y burlado. Y bajo esta consideración, ofrécete a cuidarle y prestarle aquellos servicios que estén en tu mano” Cta. 42,2
Somos fraternas. –
Vivimos nuestra vocación misionera en uniones de fraternidad, con un estilo de relaciones profundas, gratuitas y abiertas fundadas en el amor. De este modo somos signo y estímulo para todos los hombres y mujeres; no nos quedamos encerradas en nosotras mismas, sino que sentimos la apremiante llamada a ser familia con toda la humanidad.
“Seremos unos con Dios en fe, esperanza y amor; constituiremos una sola familia” EEV III, 52