Entrevista realizada a nuestra hermana General, con ocasión de la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales, UISG
Con su presencia natural, su amor por la vida consagrada, y su pasión innegable por la Iglesia, hermana María José, nos regala palabras llenas de esperanza e impulso profético. (ver transcripción de la entrevista a continuación)
Me llamo, María José y pertenezco a la congregación de las hermanas Carmelitas Misioneras Teresianas fundación española del siglo XIX. A mí me habla concretamente, de la pequeñez de la vida consagrada estamos hablando siempre que está disminuyendo aunque, según los números, ya se ve que tampoco es tanto, pero creo que es muy importante volver a recuperar la sencillez de lo pequeño, de los gestos pequeños, de lo que aparentemente no cuenta, de la siembra paciente, de esperar que el viento del Espíritu también vaya haciendo su obra, con la esperanza y con la certeza, al mismo tiempo, de que la semilla va dando fruto, sobre todo de vida, de reconocimiento de la vulnerabilidad, de nuestra humanidad; una presencia, vuelvo a repetir y lo quiero subrayar, pequeña pero significativa, para un mundo vulnerable, violento, dividido.
Creo que es un tema muy importante, recuperando también la profecía, como nos decían también en estos días, tan importante de la vida de la vida consagrada, de la vida religiosa lo largo de su historia y también con esperanza. Creo que hay muchos sembradores de desesperanza, muchas razones para desesperar, pero creo que ver tanta mujer empeñada en una misma causa, la causa del Evangelio; con un profetismo, con una radicalidad de vida, con unas experiencias en lugares de verdad donde nadie llega, donde verdaderamente Dios ha puesto su mirada, donde la vida consagrada sigue poniendo su mirada.
La interculturalidad que vimos ayer, me parece que es un tema de muchísima actualidad, la vivimos ya al interior de nuestras comunidades religiosas, es uno de los retos que nos planteaba la ponente de una manera de verdad espectacular como ella lo desarrolló, creo que tenemos que ser testigos de que la interculturalidad es posible, pero más que la interculturalidad, que la COMUNIÓN entre culturas diversas es posible. El tema del diálogo interreligioso me parece que también habla muchísimo de lo que es la comunión entre las personas y que tiene que ver totalmente con nuestro carisma: somos mujeres llamadas a testimoniar y a crear comunión allí donde estamos; anunciar, como nos decían esta mañana, la belleza del ser humano, creado imagen y semejanza de Dios; a restaurar esa belleza, allí donde está deteriorada, dónde está de alguna manera desgastada o no vista, velada; y a escuchar permanentemente los gritos de esa humanidad, y de ahí a responder con generosidad, con sencillez, pero desde una auténtica experiencia de Dios, desde una contemplación serena de la realidad, del Dios de Jesús que camina en la historia y de la humanidad sufriente y no tan sufriente también, para descubrir tanto signos de presencia de Dios en nuestro mundo.
Una de las cosas es el reconocer, (lo decía de otra manera hace un momentito) reconocer cómo la vida religiosa sigue viva, sigue presente, sigue de una manera quizás marginal, no muy visible, pero que sigue allí donde Dios puso sus ojos y su corazón. A mí personalmente, eso me llena de esperanza, de confianza: es ver, como decía nuestro fundador: «creer es ver», decía él, es ver que realmente, las mujeres consagradas en este Siglo XXI, tenemos una palabra que decir y sobre todo tenemos muchos gestos que testificar.