«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha,
pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán».
El Evangelio de hoy nos recuerda que el camino hacia la vida eterna está abierto, pero hay que pasar por un pasaje estrecho. Requiere: abnegación, mortificación de nuestro orgullo, egocentrismos y miedos. Y nos exige perseverancia, constancia y firmeza, para fijar nuestros ojos y dirigir nuestros corazones a Jesús, el Cristo. Como Él dijo: “Si alguien quiere venir en pos de Mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga” (Lucas 9:23).
Es una invitación constante a luchar por tomar una opción diaria que conduzca a la salvación. Ser más consciente al elegir los caminos que apuntan a un seguimiento más cercano de Cristo. Abrirse a un camino de transformación que busca la voluntad de Dios y coopera con su gracia para llegar a ser alguien que no solo escucha la Palabra de Dios y la obedece, sino que se compromete a seguir al maestro, guardar sus enseñanzas y dar fruto a través de la perseverancia (Lucas 8:15).
Esforzarse, entrar por la puerta estrecha implica perseverar en el curso de una vida cotidiana que lucha para no descarrilarse y sufrir la tentación de tomar un camino más amplio, plano y menos exigente. En cambio, estar sintonizado con Dios implica confiar en sus caminos y voluntad y ponerse a disposición de las necesidades de los hermanos y hermanas. Dejarse conducir por Dios, descargar pesadas maletas de inconsistencias personales, incredulidades y pecaminosidad. Así, podemos ser más como Cristo, a medida que hacemos el viaje de la vida cada día; irradiando luz, difundiendo alegría, transmitiendo esperanza y expresando amor más concretamente. De esta forma, podremos participar en la promesa de la salvación de Dios como expresión de su amor incondicional e infinito por todos nosotros. Un amor que abraza a todos y no excluye a nadie.
CARMELITA MISIONERA TERESIANA_ASIA
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