Hoy en América vivimos un tiempo convulsionado; Ecuador, Bolivia y Chile están experimentando profundos y dolorosos estallidos sociales; Nicaragua y Venezuela se desangran en injusticia y pobreza; México lucha por sobrevivir al narcotráfico; USA está comenzando un proceso formal de destitución de su Presidente…
No es una realidad meramente localista, en todos los lugares del mundo existen estas realidades que hablan de perturbación, descontento, estallidos sociales, injusticias y demandas sociales, atentados a la dignidad humana…
Es un tiempo de desierto, de prueba, de búsqueda de transformaciones hondas y humanizantes. Se mezclan en nuestros corazones el miedo, la incertidumbre, la rabia, la frustración junto a la ilusión, los deseos sinceros de ponernos manos a la obra por un mundo mejor, la esperanza que nos da saber que Dios camina con nosotros en todos estos procesos, y que en este Adviento 2019 se hace especialmente cercano a esta realidad que vivimos. Él quiere nacer en nuestro desierto y nos está susurrando al oído:
“Regocíjate, yermo sediento.
Que se alegre el desierto y se cubra de flores,
que florezca como un campo de lirios,
que se alegre y dé gritos de júbilo,
porque le será dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.”
Y lo creemos, y lo esperamos, y como Santiago, acogemos el consejo de Pablo (Sant 5, 7-10) “Sean pacientes hasta la venida del Señor […] Aguarden también ustedes con paciencia y mantengan firme el ánimo, porque la venida del Señor está cerca”.
Nos alegramos porque nuestro Dios está ya muy cerca, sentimos el llamado a mirar a Juan el Bautista, el profeta que dedicó su vida a prepararse y preparar a otros para la venida del Mesías, para que todos pudieran reconocerlo y seguirlo; como él, en medio de este panorama continental, nos experimentamos urgidos a profetizar su venida.
En este tercer domingo de adviento, la realidad de nuestro dolorida tierra americana y la realidad dolorida de todo el mundo, nos está diciendo claramente que no bastan los pesebres bellamente adornados, ni bastan los árboles llenos de luces para vivir y celebrar la Navidad 2019; es necesario que nos inclinemos ante las pesebreras reales donde Cristo vendrá esta Navidad: las jaulas de los niños migrantes, los heridos en las manifestaciones sociales, los adultos mayores abandonados, los sistemas económicos indolentes, los injustamente encarcelados, los desaparecidos, las mujeres y la infancia vulnerables y vulneradas, la institución eclesial rota por el pecado, los cristianos tibios, los católicos indiferentes. Allí quiere venir a nacer el Señor de señores y el Rey de reyes; allí quiere hermanarse con nosotros el Hijo de Dios; allí quiere ser pronunciada la palabra del Verbo de Dios, allí Él nos esperará… Por eso, en estos días que aún quedan para Nochebuena, animémonos unos a otros con las palabras del profeta Isaías:
‘¡Ánimo! No teman.
He aquí que su Dios, viene ya para salvarlos’.
Volverán a casa los rescatados por el Señor,
vendrán a Sión con cánticos de júbilo,
coronados de perpetua alegría;
serán su escolta el gozo y la dicha,
porque la pena y la aflicción habrán terminado».
Y que, inclinados antes las pesebreras de América/Europa/Asia/Oceanía/África, podamos cantar con esperanza:
América/Europa/Asia/Oceanía/África ¡despierta!,
sobre sus cerros despunta
la luz de una mañana nueva.
Día de la salvación que ya se acerca,
sobre los pueblos que están en tinieblas
ha brillado una gran luz.
CARMELITA MISIONERA TERESIANA – AMÉRICA