Hoy vemos como Juan Bautista da testimonio de Jesús al decir:
-Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
– Este es aquél de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.»
-He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él […] he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios.
Y ese testimonio de Juan tiene fuerza porque más tarde algunos de sus seguidores irán tras Jesús. Y tú…y yo…
¿Qué testimonio estamos dando de Jesús?
¿Qué hemos contemplado de Dios y de lo cual vamos dando testimonio?
Pero, también hoy vemos a este mismo Juan, primo de Jesús, diciendo dos veces “Yo no lo conocía” … y es que a Dios nunca acabamos de conocerlo. Si ni siquiera acabamos de conocernos a nosotros mismos o a quienes nos rodean ¡Cómo podríamos llegar a conocerlo a Él a cabalidad!
Relacionarnos con Él, comprenderlo, entrar en su corazón y dejarnos encontrar por Él es una tarea nunca acabada, un desafío permanente, una empresa inacabable, un camino que cautiva…
Para cada persona, cada comunidad, cada grupo humano, Él tiene un tiempo, un ritmo y unos modos particulares de darse a conocer, de mostrarse, y hemos de estar siempre atentos para no dejar escapar esas señales permanentes de su presencia, su actuar, su amor. Tenemos que cultivar la “espiritualidad de los ojos abiertos”, del corazón atento, para reconocerlo… Y esa es una actitud que no podemos eludir si de veras deseamos escrutar su paso por nuestra vida y la historia de la humanidad. Personas, diversas situaciones, determinados momentos, nos hablan de su presencia, sus llamados, sus envíos… En todos ellos Dios pronuncia una palabra para nosotros.
Sin duda Juan Bautista conocía las Sagradas Escrituras judías y ellos le permitía saber que su primo era efectivamente el Mesías esperado, y mientras contemplaba cómo se sucedían los hechos, podía reconocer los signos que lo iban rodeando. Palabra y ojos abiertos…
Es hermoso poder recibir este Evangelio precisamente tres días después que el Papa instaurara el tercer domingo del año para celebrar de ahora en adelante el Domingo de la Palabra de Dios. Saber que el Bautista, con su cercanía a la Palabra y su actitud contemplativa de lo que pasaba a su alrededor, era capaz de descubrir al salvador debería ser un aliciente para nosotros, una fuerza que nos ayude a cultivar esas dos actitudes tan necesarias para nosotros, creyentes del siglo XXI, que vivimos rodeados de tantas palabras que no vienen de Dios.
En esta semana que comenzamos, agradezcamos a Dios por las muchas personas que,, como Juan el Bautista, nos van ayudando a reconocer los signos de la presencia del Señor en nuestras vidas y en la historia, y también preparemos el corazón para celebrar en siete días más, como Iglesia universal, nuestro primer Domingo de la Palabra de Dios.
En Carta Apostólica Aperuit illis, con la que el Papa Francisco instituyó esta celebración, señala que lo hace para que podamos comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo».
Dios nos sigue hablando… tengamos atento el corazón y acudamos a la Palabra para reconocer sus palabras, sus silencios, su cercanía…
Que nos acompañen n esta semana las palabras de san Efrén que cita el Papa en la carta «Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrar su reflexión» (Comentarios sobre el Diatésaron, 1,18).
CARMELITA MISIONERA TERESIANA-AMÉRICA