Jesús, para enseñar a sus discípulos, utilizó las Parábolas. Es muy importante valorar en qué circunstancias y en qué ambiente las dijo Jesús.

Las tres parábolas de este domingo son la respuesta de Jesús a quienes les reprochan su forma de acoger a los pecadores. Jesús, por tanto, busca allí de nuevo cómo llegar a ellos, conmoverlos, darles una visión diferente de los demás, de la situación, de sí mismos… Podemos verlo en este clima de sospecha, y percibir cómo el Señor relanza la relación con los que le desafían, observemos que hace, lo que dice cada parábola que usa…

¿Qué podemos aprender de las tres parábolas en conjunto? Consideremos lo que pretenden establecer en el corazón del oyente. Qué atmósfera desprende cada una a su manera: la de ALEGRÍA al descubrir lo perdido… esa ALEGRÍA que me brota también a mí cuando encuentro lo perdido o extraviado, después de haberme tomado el tiempo de buscar con detenimiento y también con confianza; esta alegría cuando obtengo lo que había perdido. Esta alegría es la del corazón de Dios, que se difunde hacia los amigos de Dios que entran en la celebración, la alegría que nace de la generosidad de la vida que da y se recibe, que se manifiesta por lo que es, libre y a la vez frágil e inalterable, renaciendo constantemente. Nos conduce siempre hacia más dinamismo, gozo, apertura, confianza, fuente de paz… esa alegría que sigue revelándose en cada uno de nuestros días y nos sigue uniendo a nuestros hermanos.

“Voy a fundar con solidez [habla la Iglesia] la paz contigo en tu corazón, y a derramar en él aquel gozo y goce que no puede turbar evento humano.” (MR 10,12)

Esta alegría nos dice entonces que, donde estamos, sea quien sea, se nos abre un camino.  A los que, alegremente, confían en Dios, el Padre Palau los dice: “Dios solo conoce los destinos del hombre y los caminos por donde puede marchar.”(Cta.46.3). Así no estamos definitivamente perdidos, esta alegría puede alcanzarnos, deleitarnos, permitirnos entrar con todos los demás en la danza,… como David una vez ante el Arca de la Alianza… unificar nuestro ser, reconciliarlo , darle a bailar con toda su dimensión… abrirnos a los demás, a todos los demás…

Esta fuente de generosidad que nunca cesa de llegar al Dios del amor. Ella es nuestro fundamento más verdadero. ¿Cuál sería nuestra respuesta?…

El padre Palau entendió y se decidió:

“… Hallada la cosa amada (la Iglesia), y las fuerzas del espíritu ya no se ocupan en buscarla, éstas fuerzas se han de dirigir a servirla y cumplir la misión que el Padre celestial tenga a bien darme con respecto a ella». (MR, 8,24)

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – ÁFRICA

 

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