Cuando amamos a alguien, cuando creemos en alguien, lo que con él o ella pase nos importa, nos afecta, nos interesa y al enterarnos que algo sucede con ellos acudimos con prisa, sin tardanzas ni dilaciones. Eso viven en este día los discípulos (Jn 20, 1-9). María Magdalena, que fue temprano al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba echó a correr y llegando a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba,  les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Algo ha pasado con Jesús y necesitan ver…

Van de prisa a ver qué ha sucedido con su amigo y maestro. Llevan en el corazón las mil experiencias vividas con él, el cariño, la intimidad, los asombros, esos momentos de no haberlo comprendido, sus silencios, su sonrisa, sus enseñanzas, su mano cálida en el hombro, su mirada profunda y tierna, su voz llena de autoridad, sus gestos tan humanos y tan divinos al mismo tiempo; llevan en el corazón sus valentías, sus riesgos, su audacia, su mensaje, su cercanía, su hermandad.

Llegan y no vieron a Jesús sino sólo los lienzos en el suelo, el sudario, la tumba vacía. Y creyeron… Y es que la certeza de la resurrección, de la vida nueva, de la posibilidad de un nuevo comienzo, no viene de certezas sino de la fe en Alguien que nos ama, de un corazón que sabe y quiere leer las señales del triunfo de ese amor y de la Vida, un corazón que sabe y quiere leer los muchos “lienzos y sudarios” que vamos encontrando a lo largo de la vida, en nuestros encuentros, nuestras familias, en el diario vivir. El amor de nuestro Abba (papito), la presencia de Jesús nuestro hermano, la fuerza del Espíritu habitan el mundo, nuestras vidas, la historia, mi hoy, mi aquí y ahora, y sólo tenemos que abrir el corazón para “descubrirlo” en sus señales…

Es cierto que más tarde los discípulos y la comunidad lo verán personalmente; es cierto que algunas veces vivimos esos momentos espirituales de “encuentro profundo y misterioso con el Señor”, momentos tan reales que parece que lo podemos tocar. Pero eso es ocasional. La normalidad es que nos movamos por la fe y el amor, por escuchar el susurro de su palabra en el corazón, por el discernir “sus lienzos y sudarios” en nuestra vida, esas señales que nos hablan del triunfo de la vida, del amor,  de la fidelidad, del triunfo de la esperanza en que el estilo de vivir y de relacionarnos que Jesús nos enseñó es el  camino a la Vida con mayúscula; esos lienzos y señales que nos piden creer más allá de lo visible, de las certezas y seguridades, esos lienzos y sudarios que ponen a prueba nuestra fe y nuestra fidelidad; esos lienzos que nos piden  ponernos en acción piden acción, en movimiento para compartir nuestra alegría…

¿Cuáles son los lienzos y sudarios que HOY, domingo de Resurrección 2023 hablan a tu corazón? Agradécelos porque son un regalo de su infinito amor… porque en ellos, para el corazón que cree, está la voz del Señor diciendo: ¡La vida y el amor vencen! ¡Dios vence! Cree y comparte esta verdad maravillosa y esperanzadora.

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