Evangelio de Juan 9, 1-41

Comenzamos el año 2020 con noticias devastadoras; inundaciones que matan a muchas personas en Yakarta, Indonesia, varios terremotos que ocurren en Puerto Rico, erupciones volcánicas en Alaska, Japón y Filipinas, incendios de matorrales en Australia, una guerra interminable entre Irán y los Estados Unidos, y la pandemia del brote del coronavirus. Realidades que oscurecen nuestro camino, ponen a prueba nuestra capacidad de vivir en armonía en medio de una situación de amenaza para la vida, y nos tientan a perder de vista lo que es más alto, valioso y significativo en la vida.

La lectura del libro de Samuel es motivo de alegría y consuelo para todos nosotros; «No te fijes en las apariencias (…) Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón». A pesar de nuestra nada y pecaminosidad Dios mira nuestros corazones; ese pequeño deseo de ser mejor, esa pequeña aspiración a ser bueno y a hacer el bien, el anhelo de perdón, el hambre de justicia y de verdad, el deseo de la paz y de una profunda felicidad, etc. Con el corazón humilde pidamos a Dios que guarde nuestro corazón para que no le perdamos de vista, especialmente en tiempos de tentaciones y adversidades.

En la segunda lectura de hoy, la carta de San Pablo a los Efesios nos recuerda vivir «como hijos de la luz –toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz». Ahora más que nunca estamos llamados a brillar en la oscuridad, a ser un rayo de esperanza en medio de la desesperanza, a estar más cerca y en unidad con nuestros hermanos y hermanas que están enfermos, en agonía de muerte y con aquellos que están sacrificando generosamente sus vidas, para que otros puedan vivir.

El Evangelio de Juan nos cuenta la curación del hombre que nació ciego, el signo del poder y la compasión de Jesús. Supliquemos a nuestro Padre misericordioso y amoroso que se tome este tiempo oportuno para devolvernos la vista, para concedernos la conversión del corazón, para sanar nuestro mundo y para sacarnos a todos a la luz, «despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz» (cf. Efesios 5,14). Para que, después de todo esto, todos podamos experimentar y ver el poder salvador de Dios, «ha sucedido para que se revele en él la acción de Dios» (Juan 9,3).

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – ASIA

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