Ambientación: Cirio pascual, telas de colores, una velita para cada participante. Agua bendita.

Esta Semana Santa ha sido diferente ciertamente, más casera, más en familia, en comunidad. Ese tiempo que “no siempre tenemos” de estar reunidos, de compartir, de decirnos gracias, te quiero o perdón, de evaluar nuestras vidas, de soñar y proyectarnos juntos, de encontrarnos con Dios y con los que sufren. En medio de todo el dolor y miedo por la pandemia, tenemos mucho que agradecer y celebrar.

Queremos invitarles en esta noche de vigilia, a dejar un poco las “pantallas” y de estar como espectadores y “reunirnos”, encontrarnos en comunión de oración, estemos donde estemos. ¡Hay mucho por celebrar! Es la esperanza de que la muerte no tiene la última palabra, sino que la vida triunfa, ¡La verdad se pone de pie y la justicia canta victoria! ESTE ES EL DÍA EN QUE TODO EMPIEZA DE NUEVO, en que podemos tomarnos de las manos y celebrar que seguimos juntos, que Dios es grande y que su amor es infinito.

Iniciamos encendiendo el cirio y tomados todos de las manos cantamos el Pregón Pascual:

 

Estribillo:

Cristo Jesús,
que por amarnos murió.
Resucitó de los muertos.

Este es el día esperado por todos los hombres, este es el día en que todo comienza de nuevo. Goce la tierra inundada de luz tan brillante. Huyan las sombras antiguas, aléjese el miedo.

Goce también nuestra madre la Iglesia y exulte. Canten los fieles reunidos, resuene este templo. Esta es la Pascua, el paso de Dios en la noche. Su fuerte brazo abate el poder del soberbio.

Ante el asombro de sus enemigos, Él pasa. Marcha triunfante, cabalga en su carro de fuego. Una columna de luz ilumina la tierra; abre caminos y avanza, recorre el desierto.

 

 

Paso de Dios con poder levantado a su Hijo: Él une ya para siempre la tierra y el cielo. Grano de trigo, tu cuerpo, sembrado en la tierra, ha dado fruto abundante, preciado alimento.

Este es el tiempo de gracia, que lava las culpas, da la inocencia y ofrece al triste consuelo. Es nuestra fiesta; los hijos nacidos del agua, beben la Sangre vertida del manso Cordero.

Cristo, concede a tus fieles, que hoy te bendicen, ser sepultados contigo y entrar en tu Reino. Al que se sienta a la diestra del Padre en lo alto. Sea la gloria, el poder, el honor y el imperio.

 

Cada Pascua es una oportunidad de renovar la fe, la esperanza y el amor.

Según el apóstol san Pablo, por el Bautismo el creyente participa en la muerte de Cristo; es sepultado y resucita con Él: «¿O es que ignoras que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva». Los bautizados se han «revestido de Cristo». Por el Espíritu Santo, el Bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica. (Catecismo, nº 1227)

Renovemos así, las promesas bautismales, nuestro compromiso con Dios y los prójimos:

A cada pregunta respondemos: sí, renuncio.

Monitor/a: ¿Renuncian a Satanás, esto es: al pecado, como negación de Dios; al mal, como signo de pecado en el mundo; al error, como ofuscación de la verdad; a la violencia, como contraria a la caridad; al egoísmo, como falta de testimonio del amor?

Todos:  Sí, renuncio.

Monitor/a: ¿Renuncian a sus obras, que son: las envidias y odios; las perezas e indiferencias; las cobardías y complejos; las tristezas y desconfianzas; las injusticias y favoritismos; los materialismos y las sensualidades; la falta fe, esperanza y caridad?

Todos: Sí, renuncio.

Monitor/a: ¿Renuncian a todas sus seducciones, como pueden ser:  creerse mejor o superior; el estar muy seguros de ustedes mismos; el creer que ya están convertidos y que el pecador es otro, el quedarse en las cosas, medios, instituciones, métodos, reglamentos, y no ir a Dios?

Todos:  Sí, renuncio.

se puede agregar peticiones de forma voluntaria


 

A cada pregunta respondemos: sí, creo.

Monitor/a: ¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?

Todos:  Sí, creo.

Monitor/a: ¿Creen en Jesucristo, su Hijo único, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?

Todos: Sí, creo.

Monitor/a: ¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y en la vida eterna.

Todos: Sí, creo.

se pueden agregar jaculatorias espontáneas

Monitor/a: Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos regeneró por el agua y el Espíritu Santo y que nos concedió la remisión de los pecados, nos guarde en su gracia, en el mismo Jesucristo nuestro Señor, para la vida eterna.

Todos: Amén.

 

Mientras se canta o escucha algún canto, hacer la aspersión con agua bendita.

Esta es el día, esta es la noche esperada por todos los hombres: ¡este es el triunfo de la vida! Es la fuerza de la resurrección la que nos regala una nueva oportunidad de vida, de cambio, de crecimiento y de esperanza. Somos privilegiados por poder vivir este regalo, de encuentro, de gracia, de vida. Cristo resucitó para darnos vida y vida en abundancia.

Hemos llegado a este momento de la noche, para agradecer, para celebrar, para abrir el corazón y responder con generosidad al amor de Jesús, que dio su vida por amor, para que nosotros vivamos, para que seamos sus testigos.

Lectura del Evangelio:

Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.» Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.» Jesús le dice: «María!» Ella se vuelve y le dice: «Rabboni!», que significa: «Maestro!» Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.»» María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Juan 20,11-18

Hacemos un momento de silencio.

Luego elevamos nuestra acción de gracias y oración por toda la Iglesia.

¿Cuál es la esperanza que me regala la Pascua, el Resucitado en mi vida, en la de la comunidad, a toda la Iglesia?

Los verdaderos RESUCITADOS, los de carne y hueso, tienen cuerpos sensibles a los crucificados del mundo porque recuerdan su propia cruz redimida, entregados a los que merodean constantemente los linderos de la muerte, porque recuerdan el tiempo oscuro de sus propios sepulcros. No pueden apartar sus ojos y su carne de los crucificados, saben ver en ellos la imagen de Dios, el cuerpo profanado del Hijo y al Padre a su lado, porque se reconocen así, heridos y sanados.

Todo nuestro ser es transformado por el abrazo de Dios y es enviado a evangelizar. La muerte, la pascua, la Resurrección de nuestro cuerpo en el servicio amoroso a los demás, dirá la verdad sobre Dios en nosotros: nuestras relaciones sanadoras y limpias trasparentarán la gratitud de que somos liberados en esa misma capacidad de liberar, sanar, perdonar, amar. La Resurrección sólo es creíble cuando nuestras vidas trasparentan amor. Sólo es y será creíble cuando seamos capaces de mirarnos a los ojos, de hacernos una caricia y decirnos mutuamente:

Se pueden leer las frases de manera espontánea, alternando segundos de silencio:

Te he formado según mi amor, eres el objeto de mi amor, te amo con el amor con que me amo a mí misma, eres mío y todo mío y no te dejaré. – Si tú no me dejas, yo no me perderé.

MR 16,13

Puesto que nuestro enlace espiritual es ya un hecho consumado, ya no hay que insistir en materia de amores: tú me amas, yo te amo, y el amor es obras.

(MR 1,19)

– Yo te veo siempre de nuevo, y cuanto más te miro más bella te hallo, más te amo, más hermosa y amable te siento; y eres para mí tan nueva, que cada día me parece es la primera vez que te veo, amo y poseo.

MR 9,35

Puesto que nuestro enlace espiritual es ya un hecho consumado, ya no hay que insistir en materia de amores: tú me amas, yo te amo, y el amor es obras.

(MR 1,19)

¡Oh, qué dicha la mía! Te he ya encontrado. Te amo, tú lo sabes: mi vida es lo menos que puedo ofrecerte en correspondencia a tu amor.

(MR III,2).

Te he formado según mi amor, eres el objeto de mi amor, te amo con el amor con que me amo a mí misma, eres mío y todo mío y no te dejaré. – Si tú no me dejas, yo no me perderé.

MR 16,13

Tú sabes que te amo. Y ya que me haces, Hija mía, esta pregunta, recibe de nuevo un acto de amor: Sí, te amo, y te amo porque tú has robado mi corazón.

(MR IV,2)

¡Porque te amo, busco en los servicios ocasión de complacerte. Tú sabes que te amo. ¿Cómo es posible dejarte de amar conociéndote? Tú te has revelado a mí, me descubres a mi vista tu amor; y mi corazón, arrastrado por esa pasión indomable, desea servirte y agradarte. – Pues si me amas, ¿por qué me quieres dejar? Si me amas, tendrás penas a medida del amor; reconóceme por tu compañera de penas. ¿Quieres un remedio eficaz para todos tus males?

(MR 9,7)

– Vengo a decirte una sola palabra. – Dila, Amada mía, habla, yo escucho atento tu voz. – Yo te amo. – Soy feliz. Esto era lo que deseaba oír de tu boca. – Sí, yo te amo y tú lo crees, y porque lo crees, así es. – ¡Infeliz de mí si tú no me amaras, desgraciado fuera si no lo creyera.

Celebremos, Cristo ha resucitado, ¡Él es nuestra esperanza! Aleluya Aleluya.

¡Feliz pascua de Resurrección!

¡Viva la vida!

¡Viva la esperanza!

¡Viva el amor!

¡Viva la familia!

¡Viva la comunidad!

V: Regina caeli, laetare, alleluia.
R: Quia quem meruisti portare, alleluia.

V: Resurrexit, sicut dixit, alleluia.
R: Ora pro nobis Deum, alleluia.

V: Gaude et laetare Virgo María, alleluia.
R: Quia surrexit Dominus vere, alleluia.

Oremos: Oh Dios, que por la resurrección de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a los gozos eternos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen. (tres veces)

(luego de la vigilia, invitarles a festejar, a compartir una comida, una recreación. Que se note en nosotros la alegría de la pascua, la esperanza de que todo pasará pronto)