Una batalla, donde Dios había repartido los roles, a unas hermanas les había pedido vivirla desde la vanguardia, arriesgando sus vidas día y noche, hemos conocido por los testimonios anteriores, a las hermanas apodadas por los mismos niños: la “mamá ángel”, “la abuela” y otras hermanas que con apodo o sin él, de igual modo lo han vivido desde este frente, con valentía y coraje, aún en medio del sufrimiento, el miedo, el cansancio.
A otras hermanas, como a mí, se nos había pedido, vivirla desde la retaguardia, desde la contienda. Sin entender nada, sin ver, sin escuchar, sabíamos que lo nuestro era la oración. No era momento de hacer preguntas. Era orar y abrazar espiritualmente a estos niños.
Un día se me regaló el nombre de uno de estos niños abusados, desesperados ya de vivir, para que orase incesantemente por él, en esta ocasión era una niña. Sabía que, en el abrazo de esta niña, abrazaba a otros miles y miles de niños. Aunque no cabían, el Señor les hacía hueco y allí sobre el altar estaban todos ellos, cada día. Llegó un día que sentí que el abrazo de esa niña, era cada vez más flojo, hasta dejar de sentirlo. Días más tarde me enteré que la niña, había preferido ir a abrazar a nuestro Padre Dios.
Se me regaló de nuevo otro nombre, de los cientos y cientos niños vejados y abusados, al que agarré fuertemente para seguir abrazando a todos. De vez en cuando vía WhatsApp, recibía un mensaje de quién estaba en la vanguardia, hna. M. José, que me gritaba “M. Teresa reza con más fuerza”, presentía que las cosas no estaban yendo bien, las vidas de quienes iban al frente estaban cada vez más en peligro, eran muchos niños los que no resistiendo dejaban de existir, abandonaban este mundo, pero aún eran muchos más los que seguían con vida y se les podía salvar.
Batalla que, por desgracia, no ha terminado, queda mucho por hacer. Como Congregación aunemos nuestras fuerzas, ya bien desde la vanguardia, desde la retaguardia, todo puesto es importante y necesario para reafirmar nuestro compromiso y empeño en impedir la explotación de tantas personas inocentes, niños, mujeres…
Gritemos ¡BASTA YA! de tanta inhumanidad. Cada vez que tú y yo oramos levantamos las manos para que este pueblo que grita sin cesar, que Dios nos ha confiado, pueda salir victorioso contra las garras del maligno, del demonio (porque no tiene otro nombre).
ALMA. Lo que os pido, dulce Madre mía, es que, ya que sois Vos la dispensadora de las gracias de Dios, que no bajan jamás a la tierra sin pasar por vuestras manos, y ya que vuestro divino Hijo jamás os ha negado gracia alguna de cuantas le habéis pedido, os dignéis mañana presentarme a la audiencia de vuestro divino Jesús, y presentarle por vuestra mano mi demanda, la demanda de toda la Iglesia, salvad a todos estos nuestros hermanos, abusados, vejados para que encuentren pronto el consuelo, el abrazo, el alivio de una Madre buena que les quiere, les protege y puedan reconstruir de nuevo sus vidas.
Santa María, ruega por ellos, tus hijos abusados, desesperados. Libéralos. Ámalos.
Santa Madre de Dios, ruega por sus familias, reconfórtalas.
Santa Virgen de las vírgenes, ruega para que el maligno se convierta y ame.
Santa María, ruega por nosotros, ruega por toda la HUMANIDAD. AMÉN.
Hermana María Teresa García, consejera general CMT