Esta historia de Salvación comenzó en diciembre del 2018, después de una respuesta consensuada y orada desde el Equipo General de Animación y Gobierno, de entrar a participar en la Causa contra la trata de personas.  En este momento, sentí que el Señor nos amaba mucho, cuando nos pedía una implicación tan directa en esta batalla, en concreto se trataba de la liberación de niños abusados.

Una batalla, donde Dios había repartido los roles, a unas hermanas les había pedido vivirla desde la vanguardia, arriesgando sus vidas día y noche, hemos conocido por los testimonios anteriores, a las hermanas apodadas por los mismos niños: la “mamá ángel”, “la abuela” y otras hermanas que con apodo o sin él, de igual modo lo han vivido desde este frente, con valentía y coraje, aún en medio del sufrimiento, el miedo, el cansancio.

A otras hermanas, como a mí, se nos había pedido, vivirla desde la retaguardia, desde la contienda.  Sin entender nada, sin ver, sin escuchar, sabíamos que lo nuestro era la oración. No era momento de hacer preguntas.  Era orar y abrazar espiritualmente a estos niños.

Un día se me regaló el nombre de uno de estos niños abusados, desesperados ya de vivir, para que orase incesantemente por él, en esta ocasión era una niña. Sabía que, en el abrazo de esta niña, abrazaba a otros miles y miles de niños. Aunque no cabían, el Señor les hacía hueco y allí sobre el altar estaban todos ellos, cada día. Llegó un día que sentí que el abrazo de esa niña, era cada vez más flojo, hasta dejar de sentirlo. Días más tarde me enteré que la niña, había preferido ir a abrazar a nuestro Padre Dios. 

Se me regaló de nuevo otro nombre, de los cientos y cientos niños vejados y abusados, al que agarré fuertemente para seguir abrazando a todos. De vez en cuando vía WhatsApp, recibía un mensaje de quién estaba en la vanguardia, hna. M. José, que me gritaba “M. Teresa reza con más fuerza”, presentía que las cosas no estaban yendo bien, las vidas de quienes iban al frente estaban cada vez más en peligro, eran muchos niños los que no resistiendo dejaban de existir, abandonaban este mundo, pero aún eran muchos más los que seguían con vida y se les podía salvar.

“Y sucedió que mientras Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía Israel; pero cuando las bajaba, prevalecía Amalec” (Ex.17,11)
Me venía este texto, que me decía que no podía dejarme de llevar de la impotencia, del cansancio, porque pasaban los días, las semanas, los meses… Pero, comprendí que era mucho más el sufrimiento de quienes estaban en la vanguardia y que la oración es todopoderosa. No hacer oración es ya perder una batalla para Dios porque le estamos dejando de lado en nuestro esfuerzo.  

Batalla que, por desgracia, no ha terminado, queda mucho por hacer. Como Congregación aunemos nuestras fuerzas, ya bien desde la vanguardia, desde la retaguardia, todo puesto es importante y necesario para reafirmar nuestro compromiso y empeño en impedir la explotación de tantas personas inocentes, niños, mujeres…

Gritemos ¡BASTA YA! de tanta inhumanidad. Cada vez que tú y yo oramos levantamos las manos para que este pueblo que grita sin cesar, que Dios nos ha confiado, pueda salir victorioso contra las garras del maligno, del demonio (porque no tiene otro nombre).

Mc 9, 29: Esta clase (de demonio) con nada puede ser arrojado sino con la oración.
La lucha de todas y cada una, ya es una muestra de nuestro amor a la Iglesia: Dios y los prójimos. No dejemos de abrazar con fuerza a estos nuestros hermanos pequeños, nos recordaba “mamá ángel”, la hna. Marcela Alejandra en su testimonio: para que sientan de verdad que hay un Dios que los ama, aún en la noche más oscura.
Entonces Jesús se sentó, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a Aquél que me ha enviado». 
(Oración adaptada de la Lucha del Alma con Dios, Conferencia 4ª, 25)

ALMA. Lo que os pido, dulce Madre mía, es que, ya que sois Vos la dispensadora de las gracias de Dios, que no bajan jamás a la tierra sin pasar por vuestras manos, y ya que vuestro divino Hijo jamás os ha negado gracia alguna de cuantas le habéis pedido, os dignéis mañana presentarme a la audiencia de vuestro divino Jesús, y presentarle por vuestra mano mi demanda, la demanda de toda la Iglesia, salvad a todos estos nuestros hermanos, abusados, vejados para que encuentren pronto el consuelo, el abrazo, el alivio de una Madre buena que les quiere, les protege y puedan reconstruir de nuevo sus vidas.

Santa María, ruega por ellos, tus hijos abusados, desesperados. Libéralos. Ámalos.

Santa Madre de Dios, ruega por sus familias, reconfórtalas.

Santa Virgen de las vírgenes, ruega para que el maligno se convierta y ame.

Santa María, ruega por nosotros, ruega por toda la HUMANIDAD.   AMÉN.

Hermana María Teresa García, consejera general CMT

Descargar aquí: Testimonio hna. M. Teresa