Compartimos a continuación su acción de gracias y nos unimos a la misma agradeciendo al Señor la vida y vocación de nuestra hermana y pedimos para ella, por medio de Santa María del Pilar, que siga experimentando la incondicionalidad del amor de Dios para que pueda seguir, con la misma pasión y generosidad, dando la vida por la Iglesia.
Los que estáis aquí sabéis, igual que yo, que al inicio de cualquier proyecto del tipo que sea, el primer movimiento que se genera es de confianza y esperanza, teñido con algo de incertidumbre e incluso de temor. Doy gracias a Dios porque estas cuatro palabras me han acompañado durante estos años de consagración.
Aquel caluroso 15 de Agosto del año 95, con la mayoría de los aquí presentes como testigos, con la alegría, el entusiasmo y la pasión que hasta el día de hoy me habitan, dije Sí a Dios y en Él a todas las personas que se iban a cruzar en mi camino durante este recorrido de la vida. Amor a Dios y amor a los prójimos vividos como unidad, fue y sigue siendo el objeto de mi misión (Cfr. MR 12,2); bonita tarea sabiendo que Dios mismo me iba a dar la gracia necesaria para vivir todo lo que tenía preparado para mí (Cfr.2Cor 12,19).
Gracias Señor porque tu Palabra es verdad (Jn 17, 17). Tú me prometiste “estar conmigo siempre” (Cfr. Mt 28,20); y así ha sido y sigue siéndolo. Te has hecho presente en tantas personas, en el silencio orante, en lo incomprensible, en la brisa y en la tormenta…Has sido presencia en quienes están aquí, acompañándome en esta Eucaristía de Acción de gracias. Te has hecho presente en mis hermanas de Congregación y en tantos amigos que han sostenido mi entrega. Has sido presencia cálida y cercana, prójimo necesitado, en tantas personas que me han posibilitado servirte en los diferentes lugares donde Tú mismo, Señor, me has enviado.
25 años… y parece que fue ayer. Son muchos los recuerdos, las experiencias que se agolpan en mi mente y en mi corazón, muchas las personas de diferentes lugares, culturas…, y en todo ello te veo a ti, Dios presente, bueno; te veo alentando mi camino y confiándome tus proyectos.
Gracias, Señor, por mis padres. Mi madre aquí presente y mi padre también, desde el cielo pero igual e intensamente presente. Ellos sostienen mi vocación desde el inicio. Gracias por mis hermanos y sobrinos que ya fueron testigos de aquel primer sí, porque se interesan por cuanto va aconteciendo en mi vida y me hacen partícipe de la suya.
Gracias por mis hermanas Carmelitas Misioneras Teresianas, compañeras de camino que alientan mi entrega, sobre todo en este servicio de animación y gobierno que actualmente estoy desempeñando. Gracias por el don de la amistad, tan importante en mi vida consagrada, por los vínculos sanos que me ayudan a comprender otra cara del amor.
Gracias por los miembros de la Iglesia que, aún sin saberlo, con su oración de intercesión piden constantemente por quienes hemos optado por este camino de entrega. Y así podría continuar enumerando grupos y personas a las que me siento vinculada y agradecida.
¡Gracias, Señor, por tanto! Gracias porque tu fidelidad es eterna (Cfr. Sal. 117,2), porque me confías lo más grande que tienes, la vida de tus hijos. Gracias porque estoy segura de que al igual que me has acompañado hasta el día de hoy, lo seguirás haciendo hasta que me presente cara a cara ante ti, con mi corazón lleno de nombres, como decía Pedro Casaldáliga.
Sé bien de quién me he fiado (2 Tm 1,12), digo con las palabras de S. Pablo; sé que has querido, Señor, contar conmigo y hoy de nuevo te doy las gracias. Y en este lugar tan importante para mí, para todos nosotros, no puedo dejar de mencionar la presencia de la Virgen del Pilar, Madre nuestra, quien también ha cuidado mi camino y me ha librado de tantos peligros. A Ella le pido, y os pido que le pidáis conmigo, que me siga fortaleciendo en la fe, dándome seguridad en la esperanza y haciéndome generosa en el amor.
Que Dios bendiga abundantemente a cada uno de los que me estáis acompañando en esta acción de gracias, y os regale lo que anhela vuestro corazón (Cfr. Sal 37,4). GRACIAS.