Es motivo de gran satisfacción compartir con vosotros, aunque sea a grandes rasgos, la celebración de las bodas de plata de nuestra querida hna. Ma. José Gay, Animadora General. A la vez queremos agradecer vuestras oraciones, detalles y la colaboración con los videos, lo que dio un tinte muy especial de pertenencia y sentido de familia misionera cmt, sin ello la fiesta no hubiera sido completa. ¡Gracias!
La verdad es que fue un día único. Se respiraba algo diferente, saludable. Todo hablaba de fiesta, entusiasmo. A primera hora de la mañana la gran sorpresa de la llegada de dos hermanas, de hna. Ma. José, con sus esposos.
Como os decíamos en la invitación la celebración iba a ser en el Teresianum, pero por la ultima normativa del gobierno sobre el COVID19, allí solo se pudo celebrar la Eucaristía y el refresco en casa, con un número limitado de invitados.
La Eucaristía fue presidida por el Cardenal Joao Braz de Avis, prefecto del Dicasterio de Vida Consagrada y concelebrada por unos 30 sacerdotes, prácticamente todos los padres Carmelitas, de las tres comunidades del Teresianum, junto con el P. Agusti Borrel, Vicario General de la Orden, P. Thulani M, General de los Misioneros de Mariannhill con sus consejeros y el P. Alberto Silva, comboniano. También nos acompañaron los estudiantes Carmelitas y un buen número de Superioras Generales con sus consejos, entre ellas la hna. Jolanta María Kafka, presidenta de la UISG.
¿Qué deciros? Es difícil plasmar en un papel la experiencia del ambiente lleno de emociones y gratitud. La Eucaristía muy solemne y a la vez sencilla y cálida. Donde se dio el encuentro y se pudo experimentar la Iglesia comunión con la presencia de los diferentes carismas que la enriquecen.
De la mañana a la noche una celebración con sabor de familia Palautiana, preparada con esmero y vivida con gozo. Todo para unirnos a nuestra hna. Ma. José en su acción de gracias al Señor por estos 25 años de fidelidad.
A continuación hermana María José ha querido compartir con vosotros su acción de gracias y algunas fotos de la celebración.
“Y ahora doy gracias al cielo por haberme hecho loco una noche y una mañana” (Cta. 23,4)
Su Eminencia Cardenal Joao Braz de Aviz, gracias por su presencia en esta celebración. Gracias queridos hermanos y hermanas, familiares que con esfuerzo habéis viajado, amigos que me acompañáis en esta tarde tan entrañable. Precisamente, por las circunstancias que vivimos, valoro más si cabe el don del encuentro y el que hayáis decidido estar presentes.
“Si no sabemos que recibimos no despertamos a amar” (V10,4), nos dice Santa Teresa, cuya fiesta hemos celebrado hace tan solo dos días. Con esta afirmación teresiana quiero iniciar la acción de gracias por mis 25 años de consagración religiosa. El contenido de esta frase es clave en el hoy de mi vida, y ha sido fundamental a lo largo del camino. Recibir y hacerlo conscientemente fue la experiencia que me hizo responder “hágase”, en Zaragoza un 15 de agosto del año 1995. Ha sido también la experiencia que me ha acompañado en los días de luz y en los de oscuridad, y ha sido precisamente ese “no reconocimiento” el que ha nublado algunos momentos de mi existencia, pues estaréis de acuerdo conmigo en que el camino del seguimiento lo transitamos con la certeza de que Dios es fiel siempre pero también en la lucha de nuestras fidelidades-infidelidades.
Pararme, hacer memoria, reconocer todo lo que se me dio gratis, es clave no sólo para acoger la acción de Dios, su gran misericordia para conmigo, sino también para afirmar lo que un día escuché decir a mi padre en un momento de dolor y dificultad: “si Dios hasta ahora nos ha acompañado, nos ha ayudado y no nos ha abandonado, no tenemos ninguna razón para pensar que a partir de ahora no lo hará”. ¡Qué lección de confianza! ¡Con qué sencillez está expresado y cuánta hondura hay en su significado! Sí, recordar la acción de Dios me hace reconocer que sin El, sin su presencia y acción, hoy no sería lo que soy, y por otro lado, me ayuda a fortalecer la fe, la confianza en que su fidelidad presente hasta ahora, me seguirá acompañando hasta el abrazo definitivo en el Reino que no tiene fin.
A lo largo de estos años de vida es mucho lo que he recibido. Recibí como don, la familia que Dios me regaló, una experiencia que marcó mi ser cristiana con todo lo que esta palabra contiene. Fue precisamente en el seno de la misma donde empecé a comprender el significado de palabras importantes para la vida religiosa. Aprendí a compartir, amar, estar atenta, perdonar, servir, obedecer, etc, actitudes y valores que después fui fortaleciendo pero que ya tenían una base desde el inicio de mi existencia.
Agradezco el don de la llamada, aquella experiencia de sentirme mirada e invitada a seguir a Jesús y entregarme a los hermanos, a ser expresión del amor de Dios Padre por la humanidad. Gracias Señor porque desde ese día, desde esa primera invitación tu fidelidad, tu amor y tu cuidado hecho gesto cercano a través de las personas que han acompañado mi viaje, nunca me ha faltado. Gracias porque al lado de tu fidelidad está la confianza que depositas en mi persona, “te fiaste de mí” aun sabiendo de qué barro estoy hecha; gracias por querer contar conmigo.
Gracias por mi Congregación de Carmelitas Misioneras Teresianas a la que me invitaste a unirme y a la que pertenezco. Por las hermanas que con su testimonio han alentado mi entrega, por quienes han sido maestras en el arte de amar sin reservas; gracias por aquellas que aún sin saberlo me han puesto tantas veces frente a la verdad que escuchábamos en el Evangelio, “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Gracias a quienes se fiaron de mí y me encomendaron tareas que sentí superaban mis capacidades e incluso mis fuerzas, porque ahí experimenté junto al apóstol que “todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Fil. 4,13).
Recibí mucho, me atrevo a decir, ‘muchísimo’ de las personas a las que serví en los diferentes lugares donde la obediencia me envió. De los pobres, los preferidos del Padre, quienes me enseñaron lo que también dice Teresa, “Solo Dios basta”. Ellos fueron maestros en lo que significa la palabra confianza y lo que supone poner sólo en Dios la esperanza. ¿Cómo no seguir amando, entregando la vida cuando me siento tan bendecida?
Recibí tanto de las culturas en las que tuve la dicha de vivir, y de las Congregaciones con las que compartí vida y misión, que esto sigue sumando al haber de mi vida. Aquí hay algunas personas a las que tuve la dicha de conocer en otros países y seguramente ellas estarán de acuerdo conmigo en que el enriquecimiento mutuo es un valor añadido y que, cuando ponemos en común dones y carismas, el Espíritu crea sin detenerse, se revela como dador y constructor de comunión. Sigo recibiendo mucho de este compartir intercongregacional desde el servicio que desempeño en estos momentos en mi Congregación. Las relaciones que vamos tejiendo en la UISG hace que mi corazón se ensanche, me ayuda a abrir nuevos horizontes, sostiene mi entrega en el desempeño de mi misión actual, me ayuda junto a muchas otras, a buscar y realizar el querer de Dios. Gracias a vosotras hermanas con las que he compartido momentos formativos y compromisos misioneros, gracias a quienes habéis mostrado total disponibilidad y colaboración en momentos en los que lo he necesitado.
Y gracias finalmente a mis hermanas del consejo general, con quienes en estos momentos me toca animar la vida y misión de la Congregación, gracias por vuestra entrega generosa, por vuestro talante y buen hacer, por animar y sostener la misión encomendada. Gracias a la comunidad de la casa general que con sumo cuidado colaboran con nosotras y nos posibilitan un hogar cuando estamos y cuando regresamos.
Gracias Señor por mis hermanas de Congregación a las que me siento muy unida, no por los lazos de la sangre sino por los del Espíritu, con mayúsculas y por el espíritu palautiano. Pongo a cada una en tus manos para que las sostengas y sientan cuánto las amo.
¿Y qué más recibí? Aunque lo digo al final, es el motivo de esta celebración, recibí el carisma palautiano regalado a Francisco Palau, nuestro fundador, un don que acogí y sigo acogiendo como Iglesia, en la Iglesia y para la Iglesia. Junto a él, al P. Palau, he ido aprendiendo lo que significa vivir y morir por la Iglesia; he ido descubriendo la necesidad de contemplar, de sentirme Cuerpo junto a toda la humanidad; estoy aprendiendo lo que supone reconocer a cada persona como imagen de la Trinidad y de comprometerme con todas mis fuerzas en embellecerla allí donde su belleza quedó oculta, donde la imagen de Dios se empolvó o se deterioró.
Aunque me he ‘entretenido’, que decía Teresa de Jesús, esto son unos breves retazos que muestran algo de lo recibido. ¿Os imagináis cuántas experiencias, rostros, imágenes, lugares, etc vienen a mi mente y a mi corazón? Con todo lo recibido no puedo hacer otra cosa, como decía esta gran mujer, que despertar a amar, que seguir amando. O como decía nuestro fundador, “mi vida es lo menos que puedo ofrecerte en correspondencia a tu amor” (MR III,2)
No quiero terminar estas largas palabras, sin expresar mi gratitud por ser parte de esta familia del Carmelo Teresiano y agradecer en especial a esta comunidad del Teresianum su acogida en este día, una muestra más de los lazos que nos unen como familia. Sin su disponibilidad no podríamos estar celebrando esta Eucaristía. Gracias también a los miembros de la comunidad del Colegio Internacional que han colaborado y han preparado con esmero esta celebración.
Quisiera que mis mañanas y mis noches sigan siendo. como aquella que nombró nuestro fundador de audacia, fidelidad y, por qué no, de cierta locura en los riesgos y en la entrega. Os pido que sigáis orando por mí para que continúe viviendo con pasión esta vocación a la que he sido convocada. Pido a Dios para cada uno de los presentes, una bendición especial.
María José Gay Miguel
Animadora General
Carmelitas Misioneras Teresianas
Descargar texto: Acción de gracias hna. Mª José Gay