Adviento es tiempo para disponer el corazón y la vida a la novedad de Dios…es tiempo de abrir los ojos espirituales para contemplarlo todo desde su corazón…es tiempo de afinar el oído para distinguir su voz que clama y también susurra en la historia y el devenir de la humanidad … porque Él viene para hacer este mundo mejor, mejor para ti, para mí, para todos  y nos necesita para que esto sea una realidad; nos necesita, te necesita, para seguir desplegando su plan de amor, salvación y misericordia en el hoy que nos toca vivir.

Hoy la Palabra nos regala el ejemplo de una hombre y una mujer que se dispusieron, que dejaron que Dios tocara sus vidas, su historia, y gracias a ellos, a su sí, nosotros hoy, siglos y siglos después, también somos parte comprometida, concreta y real de la historia de salvación.

David creyó y acogió los planes y promesas de Dios, lo dejó “trastocar” toda su vida y sus proyectos… “Te saqué de los rebaños, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel”;  y su sí hizo posible que se cumpliera la  profecía: afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mí presencia; tu trono permanecerá por siempre.»” (Samuel 7,1-5.8b-12. 14a.16)

María, la joven desposada con José, del linaje de David, escucha el anuncio del ángel, lo pondera en el corazón, se dispone y su sí hace posible la Encarnación (Lucas 1,26-38).

Antes del sí de David y de María hay un momento de reflexión, contemplación y discernimiento. David se cuestiona: yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda.” … Ha visto, ha meditado, se ha dado cuenta de una realidad y está dispuesto a actuar…  María, como mujer judía sabe y cree que el Mesías ha de venir y ante el anuncio del ángel hace una pregunta «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

Las grandes y pequeñas decisiones que van entretejiendo la historia de salvación están hechas de este proceso… y una de las grandes decisiones para que siga su desarrollo es “querer” contemplar y discernir para después, dejarse mover por ello.

¿Qué he escuchado y contemplado yo este tiempo, este año? ¿Qué he visto en mí, en la sociedad que estamos construyendo, en las relaciones que estamos entablando? ¿Qué espera Dios de mí en el aquí y ahora? Porque ciertamente después de un año de pandemia y todas sus consecuencias, no podemos pretender seguir iguales, como si nada hubiese pasado. Como humanidad, estamos en una encrucijada y hay que optar.

La pandemia no puede ser sólo un problema que tenemos que resolver, no podemos simplemente “esperar la vacuna y dejar atrás “el impasse” del COVID-19”. Todas las preguntas, reflexiones, miedos, dolores, aislamientos, no pueden quedarse en el baúl de los recuerdos; como humanidad necesitamos “contemplar”, “escuchar” lo que hemos vivido, discernir y “disponernos” a comenzar de nuevo haciendo nuestro el anhelo del Papa Francisco en Fratelli Tutti  “Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado”(FT 35)… Necesitamos volver  a nacer,  y el tiempo de adviento es el tiempo adecuado para gestar esta nueva humanidad en la propia vida. ¿Cuál es la novedad de bien, bondad y fraternidad que mi vida puede alojar y compartir?

David dijo sí al plan de Dios, y le cambio la existencia…María dijo sí al plan de Dios y le cambió la existencia… en ambos casos para el bien de todos…

Evidentemente este año Dios nos ha cambiado los planes a todos y a todas, personas, familias, países, sociedades, a la humanidad toda… la pregunta es ¿Cuál es el bien de todos y para todos que puede salir de esto? ¿Cuáles son las preguntas que nos podemos hacer? ¿Cuál es el sí que debo dar para no quedarme fuera del proceso transformador?

María se hace una pregunta ¿Y cómo podrá ser esto? y el Señor el responde no te preocupes, yo haré todo lo necesario… David comparte una reflexión con el profeta y la respuesta es “yo te saqué del aprisco y te hice jefe de Israel”. El Señor ciertamente les recuerda, y me recuerda, que no somos los protagonistas de los cambios y nuevos caminos sino colaboradores que tienen un rol concreto y personal en el gran panorama, un lugar y misión que no pueden faltar y que cada uno y cada una ha de descubrir.

Aprovechemos la experiencia que hemos vivido para buscar esas respuestas y así construir un mundo mejor para todos… aunque ello signifique luego dolores de parto… porque la vida nueva, los sistemas nuevos, la sociedad nueva, en algún sentido nos van a doler y hay que estar, como María, dispuestos  a dar a luz, sabiendo que habrá dolor.  Estamos en un punto de la historia en que, no basta “saber y sentir” es necesario dejarnos inundar y mover por el Espíritu engendrador de vida, de vida nueva, porque «cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, llena de paz, llena de reconciliación» (FT 231)

Que este tercer domingo de adviento, celebremos con gozo el protagonismo de Dios y la confianza que deposita en cada uno y cada una para cooperar con Él en el plan salvador que es siempre un plan que pone en el centro a sus hijos e hijas muy amados y amadas, un plan que rompe esquemas, mentalidades, que nos arrastra a una novedad que hermana, libera, genera fraternidad y plenitud.

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – AMÉRICA

 

Descargar aquí: 3er Dgo de Adviento_CONFÍA