Derramemos la fragancia de Cristo en la Iglesia.
Jesús dijo: —«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.»
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús. Juan 12,1-11
Señor, elegiste la casa de tus amigos
como antesala al camino de la pasión.
Amigos con quienes reposar
el cuerpo y el corazón,
con quienes celebrar
la nueva vida de Lázaro,
y tomar fuerza para lo que viene.
Gracias por querer venir con nosotros.
Por elegirnos también, como espacio sagrado
donde descansar y celebrar la vida cotidiana.
Déjame romper mi frasco:
el de lo mejor de mí,
el de mi amor más puro y auténtico,
escondido detrás del miedo y de las corazas.
Que pueda romper el frasco
de mis prejuicios,
de la indiferencia y la comodidad,
del egoísmo y la autorreferencialidad …
Romper el frasco
para derramar mi mejor perfume,
el que sólo yo puedo aportar al mundo,
el que me diste
y estás esperando hace tiempo.
Romper el frasco sobre tus preferidos,
Sobre quienes necesitan sanación,
Sobre quienes sufren la vejación,
La violencia y el maltrato,
para que la casa se llene de tu perfume,
el del “amor hasta el extremo”,
el de la misericordia que pone de pie,
el de la amistad que acompaña
y alienta hasta el final,
el del amor que siempre
es más fuerte que la muerte.