Este martes santo, en el espacio íntimo de una cena entre amigos, su última cena, Jesús anticipa la traición y la negación de algunos de los suyos…

Lo que más me impresiona del relato del evangelio de este día es que estas actitudes y acciones se fraguan en el círculo de los íntimos, de aquellos que han tenido acceso al corazón del Maestro…

Durante estos días santos, la Palabra nos va presentando diversos aspectos del seguimiento. Hoy nos confronta con la traición…

 

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: —«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»

Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:

—«Señor, ¿quién es?»

Le contestó Jesús:

—«Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado.»

Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.

Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:

—«Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.»

Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.

Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús:

—«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en el, también Dios lo glorificara en sí mismo: pronto lo glorificara. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: «Donde yo voy, vosotros no podéis ir.»»

Simón Pedro le dijo:

—«Señor, ¿a dónde vas?»

Jesús le respondió:

—«Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde.»

Pedro replicó: —«Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti.»

Jesús le contestó: —«¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres voces.» Juan 13, 21-33. 36-38

 

Usar la palabra “traición” en una conversación es muy duro; rara vez la usamos al hablar, usamos más bien: debilidad, error, distancia, etc. Pero ninguna de estas palabras tiene la fuerza del término original. Hablar de traición supone hacer referencia a una relación de amor y fidelidad frustrada. Sólo se traiciona lo que se ama.

 

¿De qué forma lo seguimos  traicionando?

 

  • Lo traicionamos cuando abusamos de promesas que no vienen refrendadas por nuestra vida.
  • Lo traicionamos cuando, en medio de nuestros intereses, no tenemos tiempo para “perderlo” gratuitamente con él.
  • Lo traicionamos cuando le hacemos decir cosas que son sólo proyección de nuestros deseos o mezquindades.
  • Lo traicionamos cuando volvemos la espalda a los “rostros difíciles” en los que él se nos manifiesta.
  • Lo traicionamos cuando lo convertimos en un objeto más al alcance de nuestros caprichos.
  • Lo traicionamos cuando damos por supuesta su amistad y no lo buscamos cada día.
  • Lo traicionamos cuando repetimos mucho su nombre pero no estamos dispuestos a dejarnos transformar por él.
  • Lo traicionamos cuando…