Su corazón está lejos de Mi…

Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy son duras y desafiantes y ante tal dosis de VERDAD, sólo me queda inclinar mi corazón, volverlo hacia Él y pedirle HUMILDAD para amar.

INCLINO MI CORAZÓN ANTE TI, porque tu Verdad ilumina mi incoherencia, mi hipocresía, esta tendencia a ocuparme más en “parecer” buena que en serlo realmente, esta lamentable tendencia a justificar mis faltas y condenar las de otros, a fijarme en los demás y no en mí misma, como aquellos fariseos muy ocupados en limpiar sus manos más que su corazón…

Y así como tu verdad ilumina mi incoherencia, también me asegura tu presencia “¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos?” dicen las palabras del Deuteronomio en la primera lectura. Tú estás cerca Señor y cada vez que te invoco, Tú te haces presente, por eso…

VUELVO MI CORAZÓN HACIA TI… y desde la certeza de tu presencia, no puedo, ni quiero ya eludir la responsabilidad que me corresponde y me pregunto sinceramente ¿qué es lo que está contaminando mi corazón y que hace que muchas de mis acciones estén salpicadas de malicia, envidia, codicia, difamación… y toda aquella lista de cosas a las que te refieres con tanta claridad? Y necesito preguntarme esto para retomar el camino de regreso, para “con-vertir” mi corazón hacia Ti.

Ayúdame, Señor a cambiar mi corazón, que mi verdad sea TU VERDAD, que más que las formalidades de la sociedad o de mi fe, o del esfuerzo infructuoso de “parecer”, sienta el gozo de vivir entregada a Ti y a tu causa. Es un camino largo por recorrer y seguramente no termina en esta vida; puede parecer tan difícil como armar un puzzle de un millón de piezas, sin embargo desde la certeza de tu AMOR, se convierte en algo tan desafiante y hermoso como danzar juntos al aire de tu Espíritu, conociendo, asumiendo, restituyendo, AMANDO.

PIDO HUMILDAD PARA AMAR… humildad para ser yo misma y no creerme más, ni menos que nadie; para poner mis ojos en lo esencial; para tener un corazón que sea capaz ¡NO de juzgar a los demás!, sino de empatizar con su realidad; para vivir desde mi verdad volcada hacia los demás, como me invita Santiago en la segunda lectura: “La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo”. Quiero “mancharme las manos” con tu causa, cuidar a aquellos a quienes Tú cuidas de manera especial… ésta es la forma de vivir de manera auténtica mi fe, ésta es la forma auténtica de seguir respondiendo a Tu AMOR siempre fiel.

Señor, que pueda amar hasta el extremo desde aquel sello particular que has puesto en mi corazón y que me impulsa a cumplir el precepto principal que no quiero olvidar jamás: “AMARÁS”.

Señor, en el camino no dejes que mi corazón se aleje de Ti …

CARMELITA MISIONERA TERESIANA

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