Hoy tenemos antes nuestros ojos la guerra de Ucrania. Sufren los dos países, sufrimos nosotros de tener que contemplar esta desgracia sin poder hacer algo para evitar la muerte, el dolor, el miedo y la angustia que ella provoca en tantos y tantas.  ¿Nos vamos a alejar de Dios porque dos naciones y quienes las dirigen no han podido llegar a acuerdos que permitan la paz? ¿O más bien vamos a pedir para esos líderes un corazón que se abran a la gracia de Dios, que se deje ablandar por el dolor de su gente, que, en un gesto de humanidad verdadera y profunda, busquen caminos de solución más rápidos y concretos?

El Evangelio de hoy nos muestra con claridad el juego del mal:  siempre busca alejarnos de Dios, llevarnos a buscar salidas “alternativas” frente a las encrucijadas que nos presenta la vida, soluciones donde los protagonistas seremos nosotros y nuestros intereses de asegurarnos la vida con lo material, de gozar del poder y de la gloria humanas, buscando aquello  que nos haga dominar y brillar ante los otros; queriendo pruebas del amor de Dios porque nuestra fe se ha hecho pequeña y nuestra confianza se ha debilitado.

En este primer domingo de Cuaresma, apenas iniciando este camino de revisión de vida, saliendo de una pandemia, siendo testigos de la guerra en Ucrania y también de violencias, guerras e injusticias en otros lugares del mundo, hagámonos conscientes que todo este mal surge del corazón de quienes han dejado anidar en su interior el egoísmo y la ambición; de hombres y mujeres que han puesto sus propios intereses como centro de su actuar, haciéndose indiferentes a los mínimos de fraternidad que nos pide el hecho de ser hermanos y hermanas.

Este camino triste de deshumanización comienza cediendo a la tentación de alejarnos de Dios, de ponernos en su lugar. Hoy Jesús nos muestra que esta senda se evita cuidando nuestra relación con Dios, dejando que Él y su ley de amor habiten nuestro interior, impregnen toda nuestra vida, nuestra persona, nuestro ser y actuar; cuando esto pasa, es difícil que el mal nos arrastre porque,  en las situaciones de riesgo, en los momentos de esa opción concreta entre el bien y el mal, de nosotros fluirá la fidelidad, el amor, la gratitud, que nos harán buscar siempre caminos de fraternidad, de diálogo, de bondad, de justicia.

En este tiempo duro y difícil, en esta hora de la prueba y la dificultad, que Jesús sea nuestro refugio, nuestra fuente de paz, de esperanza, de fortaleza… Sí sabemos que nos ama, que quiere nuestro bien, no nos enredemos en elucubraciones, simplemente oremos y confiemos.

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – AMÉRICA

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