Beneficencia. La RAE la define así: Acción y efecto de hacer el bien a los demás.

La flor de amapola por su hermosura y variedad se le asemeja muchísimo a la rosa. Pero… le falta aroma. Es decir, a la primera vista las podemos confundir.

Esta cualidad nos hace tomar esta flor como signo de la beneficencia.

A simple vista, y para los inexpertos, se puede confundir la beneficencia con el amor.

Y resulta que no es lo mismo la una que la otra.

Me doy cuenta de que en los ojos de Dios ya soy un ser hermoso, porque Él mira en mí el amor que tengo como imagen suya. Así también, sin exigirme nada, con su Providencia me está socorriendo. ¡Cuánto bien ha hecho por mí!

La intención para este día:

Que en mis relaciones con las personas que trato sea acogedor y sincero, y tenga siempre mi puerta abierta.

Me pregunto hoy:
¿Acepto mi resistencia ante esta intención? ¿Soy capaz de reconocerlo?
¿Me siento regalado por Dios? ¿Transmito con gestos concretos este hacer bien de Dios en mi vida a la vida de los que me rodean?

Pido a María que me ayude a crecer las amapolas, a hacer el bien a los demás y a socorrer sus necesidades con amor. Ella que vivió atenta a las necesidades de los demás.

Me comprometo a examinar mis relaciones con los que me son más próximos ahora mismo. Ofreceré hoy mi acogida cariñosa y sincera a quien llame a mi puerta, dispuesto a atenderle y hacer por él todo que esté en mi poder.

Pongo en las manos de María este día, con esta oración:

Señora: Yo me obligo a practicar en bien de mis prójimos todas las obras de misericordia que pueda y que están en mis manos. Tendré para todos aquellos con quienes me familiarizo, un corazón afable, benigno, dulce,
manso, y seré su servidor. Ni con palabras, ni con obras, ni con gestos, ni directa o indirectamente les contristaré, les molestaré ni mortificaré. Recibid, Señora, estos mis propósitos, y haced que tengan un efecto siempre eficaz.

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