50 AÑOS AL SERVICIO DE LA IGLESIA (Continuación y final)

El domingo día 12,  volvimos a recorrer la “Roma Imperial”, continuando nuestra visita por algunos de los lugares sagrados y cristianos más importantes de Roma. San Juan de Letrán, Escala Santa, Baptisterio y la Basílica Santa María Mayor, ocuparon la jornada de la mañana.  Por la tarde continuamos nuestro recorrido hasta llegar al Coliseo, emblema del martirio cristiano, que nos ayuda a reavivar la fe y a sentir la dicha, proclamada en las Bienaventuranzas de Jesús: “Benditos los perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los cielos”.

Del Coliseo nos dirigimos a Piazza Venezia, presidida por el enorme y controvertido monumento a Vittorio Emanuele II levantado para honrar a la patria tras la reunificación italiana.

Santa María in Trastevere despertó nuestro interés por ser uno de los primeros lugares de culto cristiano en Roma, dedicado a la Virgen María.

Finalizamos nuestra peregrinación llevando en el corazón un mensaje de fe, esperanza y amor, testimonio de tantos mártires y santos que dejaron su vida en estos lugares, abriéndonos camino para seguir hacia la meta (Cristo) y lograr alcanzarla.

 

Los días del 13 al 15 estuvieron dedicados a reflexionar sobre la misión en la Sagrada Escritura, a cargo del Padre José Carlos Gimeno ocd, gran conocedor de la Sagrada Escritura. Este nos llevó de la mano por el Evangelio, anuncio y palabra de fe para la salvación de todos.

El Padre José Carlos destacó que el apostolado es una respuesta a la vocación. La iniciativa parte de Dios. Convencido de que el misionero no puede ser tal si antes no ha sido evangelizado, si no ha vivido previamente el mensaje que proclama.

La llamada de Dios tiene en cuenta las condiciones del envío: el enviado ha de ir sin provisiones –la única provisión es la llamada de Dios, y la seguridad, su vocación- Y no ha de perder la esperanza ni la confianza, porque nunca está todo perdido cuando la acción se realiza con rectitud y mirando el bien del otro.

Podemos decir que toda acción es recompensada cuando se realiza con rectitud y sin interés. La única recompensa que puede esperar el misionero es cumplir con fidelidad su misión, teniendo en cuenta que Dios no se deja ganar en generosidad.

El miércoles 15 tuvimos la suerte de asistir a la audiencia general con el Papa Francisco en la Plaza San Pedro y vivir una experiencia espiritual única llena de emociones y reflexiones hechas por el Santo Padre. Una experiencia, conmovedora, conmemorable y única.

Siguiendo el calendario del curso nos adentramos en la esencia de la misión, y allí nos esperaba nuestra Santa Madre Teresa de Jesús recordándonos con insistencia que la misión no recae sobre el “HACER” sino sobre el “SER”, cuyo modelo es Jesús: maestro, esposo; al que mirar, imitar, y del que aprender, ante todo, a servir.

La misión se descubre al paso de la vida, y la esencia de esta es dar a conocer que cada criatura es una historia de misericordia en primera persona. Es así que en Santa Teresa todo parte de una historia personal. Desde su fe interpreta la propia vida como una historia de salvación.

Para Teresa toda experiencia exige ser comunicada; esta es la clave de su misión. Más que expresar la experiencia, aspira a comunicar lo que vive. La misión ha de tener presente el testimonio coherente de vida. La esencia de la misión está contenida en estas palabras de la Santa: “¡Qué tal habremos de ser!”. La respuesta es que debemos ser mujeres orantes, auténticas, fundadas en tres virtudes fundamentales: amor, desasimiento y humildad.

Desde el prisma teresiano la misión consiste en vivir para la Iglesia. Ella lo resume en estas palabras: “Hacer eso poquito que hay en mí”. Teresa está abierta a los signos de los tiempos y al proyecto de Dios sobre ella. La obra es de Dios. El que actúa es Dios que está dentro de cada persona, y tiene unas formas de actuar sorprendentes: convoca y se comunica, da y se da. Se comunica para entender y se da para poder corresponder.

Para Santa Teresa la misión nace de la comunidad. Nuestras comunidades han de ser hogares donde nacen y crecen ideales que todas llevamos dentro. Cuando se asumen proyectos comunes, la voluntad de Dios se manifiesta en lo amargo y en lo sabroso.

La Santa nos invita a comenzar siempre de nuevo, a volver al primer amor, volver a las fuentes para beber de ellas y no decaer en el camino. Con la mirada siempre adelante y siendo fieles a la vocación a la que hemos sido llamadas.

Llevamos a la oración la experiencia que hemos compartido durante estas jornadas, y nos acercamos al Señor con mirada nueva y renovada, teniendo como modelo al Padre Francisco Palau que durante su vida nos ha comunicado quién es Dios a través de su mirada contemplativa. Para esta oración, la hermana Inés Fernández, responsable del grupo, nos preparó una hoja con una selección de citas del Padre Palau, que fuimos leyendo y compartiendo en clave de oración y acción de gracias.

Que nuestra forma de mirar descubra la belleza que hay en cada uno de nuestros prójimos, objeto de nuestro amor. Con un corazón grande donde nadie se queda afuera y para todos hay un lugar. Ver con los ojos del corazón supone para el Padre tener una mirada de amor y de servicio: “Porque te amo, Iglesia santa, busco en los servicios ocasión de complacerte”.

Con la celebración de la Eucaristía de acción de gracias en la Basílica de San Pedro y la visita a la tumba del Apóstol y sus sucesores, hemos dado por finalizado nuestro curso de renovación Bodas de Oro 1970-1974, animadas por la espiritualidad de los cristianos como baluartes de nuestra fe.

Damos gracias a Dios por estos días de gracia, por el regalo de su amor. Gracias a nuestra amada Congregación por haber hecho posible este encuentro, y gracias a cada una de las hermanas de esta comunidad, generadoras de fraternidad, que con tanto detalle y amor nos han acogido, haciendo visible el carisma de nuestro Padre Fundador.

Retornamos a nuestras comunidades muy felices. Ha sido una “gozada”, un privilegio el haber formado parte de unos escenarios tan eclesiales: Roma, centro de la cristiandad, convocación de peregrinos, y esta Casa General, centro y corazón de nuestra familia de Carmelitas Misioneras Teresianas.

Seguiremos unidas, conectadas a esa RED que nunca falla, la ORACIÓN. Ahí tendremos la oportunidad de poder abrazarnos cada día.

Grupo Bodas de Oro 1970-1974