«Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.
» Entonces los justos le responderán: «Señor, cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?»
Y el Rey les dirá: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.« Mt. 25, 34-40
REFLEXIÓN: El amor y la asistencia a enfermos y necesitados es herencia preciosa dejada por nuestro Fundador a la Congregación. Este apostolado encuentra siempre actualidad en un mundo, particularmente sensibilizado al testimonio de la caridad.
Cristo, presente en quien sufre, es el móvil primario de nuestro servicio asistencial. Su palabra funda nuestra fe, nuestro amor y nuestro trabajo. “En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de mis hermanos, a Mí me lo hicisteis” (Mt. 25, 40)
Él pasó haciendo el bien y curando enfermos. Siguiendo su ejemplo, participamos en el misterio de su amor a los hombres.
OREMOS:
Jesús, Buen Samaritano, que mostraste una particular predilección por los heridos en el cuerpo y en el espíritu:
enfermos, endemoniados, pecadores y marginados.
Como discípulas tuyas, nos envías a anunciar el Evangelio de la salvación y curar a los enfermos.
Que desde nuestra fe en la Iglesia de prójimos y la conciencia de ser Cuerpo,
nos comprometamos siempre con el cuidado de la vida, la promoción de la salud integral
y la atención a los miembros más vulnerables:
“Cuanto haces a mis miembros los enfermos lo haces a mí y yo te lo agradezco”.
Que siguiendo las huellas de Francisco Palau, hagamos presente la ternura de Dios hacia quien sufre,
y acompañemos a la humanidad postrada por el dolor hacia el fin para el que fue creada: la comunión.
AMÉN