VIA CREATIONIS: ORACIÓN CONTEMPLATIVA DE LA CREACIÓN

NOTA CARISMÁTICA PALAUTIANA

Para Francisco Palau, la Iglesia es el culmen de la creación de Dios. Toda la obra de Dios encuentra en ella su plenitud. “La Iglesia Santa Triunfante es el fin, a cuya gloria son criadas todas las cosas, y el universo entero” (Iglesia 21,2). Cada hombre en ella encuentra la felicidad y la vida eterna. Dios “es su artífice quien allá en la eternidad a parte ante, siendo un agente de infinita virtud concibió, le dio forma, definió todas sus partes detallando la figura y sitio que cada una de ellas debía ocupar” (Iglesia 1,1). Aún más, Dios no sólo concibió el mundo y la Iglesia en él y para él: los sigue edificando a lo largo de los siglos, hasta que llegue a ser su obra terminada, acabada y perfecta,

“en plena conformidad con el plano preordenado por la suprema Inteligencia” (Ibid. 4,4) Todas las criaturas cooperan en este desarrollo y perfeccionamiento, siguiendo los designios de la voluntad de Dios. “Las criaturas no pueden ni entorpecer, ni paralizar, ni suspender su obra. No faltan operarios para la edificación de su Iglesia; todas las criaturas sirven en sus manos o como instrumentos, o como ministros, ángeles buenos y malos, hombres santos y perversos; todos están ordenados a la edificación de la Jerusalén celeste” (Ibid. 4,3)

La creación, entonces, no temina el día séptimo con la aparición del hombre, pero continúa hasta el día final cuando todos los designios de Dios se hagan manifiestos y la creación entera aparecerá vestida de gloria.

La creación participa en los destinos de los hombres. En la experiencia de Francisco Palau, ella participa de una manera misteriosa de sus relaciones con la Amada. Por medio de la naturaleza, Palau encuentra reflejados sus estados de ánimos. Los fenómenos de la naturaleza, son para él signos tangibles de la intervención de la Iglesia en el mundo. Todo lo creado es el lenguaje por medio del cual Dios se comunica con sus hijos e hijas.

No podemos perder de vista algo importante. La ciencia sola no es capaz de explicar todo el alcance de la creación. Los científicos se quedan mudos cuando toca hablar de la razón última de la creación y su destino. Ellos hablan de lo material. Francisco Palau, haciendo una lectura desde la fe, una lectura teológica, se siente empujado a subrayar una diferencia, “y esta es muy grande”, que entronca con su visión eclesiocéntrica de la creación: “en el sistema de Copérnico el sol material está en el centro de la creación […]; en nuestra opinión Jesucristo está en el centro del universo con sus escogidos; y el mundo visible y móvil figura dentro el Empíreo como un cuerpo magno destinado a la vida perecedera del hombre” (Ibid. 20,10).