HERMANOS Y HERMANAS PARA LA MISIÓN
FRATELLI E SORELLE PER LA MISSIONE

Con ocasión de la jornada mundial de la vida consagrada que celebramos hoy, día de la presentación del Señor en el templo, la revista L´Osservatore Romano en su versión italiana publica un texto de nuestra Animadora General. Lo republicamos junto con la traducción al español. H. Mª José afirma: El tema elegido para este año, conecta profundamente con la esencia de la vida religiosa: comunión y misión. Y si vamos más a lo profundo, a nuestra identidad como mujeres, como personas consagradas, tenemos que afirmar con rotundidad que somos hermanas porque tenemos un mismo Padre que miró a cada una con predilección, imprimió su sello y le confió una misión: testimoniar su amor incondicional en cada realidad y circunstancia expresando que “solo Dios basta”,  que nuestro alimento es hacer su voluntad y que  “cuando Él  nos llama no hay nada por terrible y desagradable que sea, que no lo atropellemos”(P. Palau)

Nient’altro che testimoni del Vangelo e di umanità

ITALIANO

Nel mio cammino di consacrata, e in questo momento che vivo come animatrice generale dell’istituto, ho capito che quando la missione è al centro tutti gli altri aspetti della nostra vita si armonizzano; perché il senso della vita, il motivo per cui siamo nati, è dato proprio dalla missione; questo è il nostro motore e orizzonte.

Sicuramente abbiamo letto, ascoltato, meditato il significato di questa parola. La mia esperienza personale mi dice che è la missione a dare un senso alla nostra consacrazione. Non rispondiamo a Dio nella vita religiosa per soddisfare il bisogno di essere amati e di amare in modo autoreferenziale. Non ci riuniamo in comunità per creare legami che soddisfino il nostro desiderio di relazione, il bisogno di appartenenza o di vivere la comunione. Se rispondiamo all’amore di Dio e lo facciamo in comunità è solo per dare la vita per gli altri, per la missione. Oserei dire che una vita senza missione è una vita vuota.

Il vero significato della missione della vita religiosa è la testimonianza: essere testimoni di vita evangelica ovunque ci troviamo e qualunque sia il nostro impegno, anche quando non possiamo più fare nulla. Ci sono presenze che parlano da sole. Testimoni, nient’altro che testimoni di umanità, di Vangelo; qui credo sia la qualità della missione, il vero significato di questa parola.

La testimonianza non è semplicemente un obbligo morale, un dovere. È qualcosa che sorge senza cercarla o volerla. È sempre associata alla beatitudine, non necessariamente al piacere. È compatibile con la sofferenza, ma non con la tristezza esistenziale. Questa missione di testimonianza è molto più impegnativa del lavoro apostolico: questo può essere realizzato anche solo con una buona preparazione, la missione di testimonianza, invece, può nascere solo da una vita veramente evangelica.

Le visite che ho fatto nei luoghi in cui è presente l’istituto mi fanno affermare che le suore sono riconosciute, accolte, valorizzate non tanto per il lavoro che svolgono nei vari servizi, pur di per sé importanti, ma per la qualità della loro vita, per la loro accoglienza incondizionata, per il loro ascolto attento, per il fatto di poter uscire dalle loro case per entrare nel cuore delle persone, soprattutto di quelle che soffrono.

In questa dedizione si realizza la Parola di Gesù: «Chi perde la propria vita la troverà». Sì, è qui che la missione diventa fonte di significato: soffrire con chi soffre, gioire con chi gioisce, vivere la missione con passione rende la nostra vita molto più umana e soddisfacente.

Le sorelle che comprendono così la missione vivono con profondità, con gioia, con speranza, con la certezza che la loro vocazione ha un senso. Sono donne che allargano lo spazio della loro tenda, che accolgono le sorelle con cuore aperto e grato, che sono attente alle relazioni interpersonali, senza reprimere sentimenti e affetti: vale la pena aderire ad una simile esperienza di vita religiosa che dà significato alla parola “sorella” e nella quale la comunione fraterna è centrata su Dio e sul suo progetto.

È solo attraverso una relazione profonda e unica con Gesù che possiamo vivere dei suoi stessi sentimenti di compassione per l’umanità. È essenziale «stare spesso da sole con colui che sappiamo ci ama». Per questo le grandi mistiche sono autentiche missionarie, perché hanno sperimentato, e non solo compreso, che non ci sono due modi di amare, ma uno solo: l’amore per Dio e l’amore per il prossimo, vissuti in unità. Chi è veramente di Dio è tutto per i suoi fratelli e sorelle.

*Superiora generale delle Carmelitane missionarie teresiane

di MARIA JOSÉ GAY MIGUEL*

Solo testigos del Evangelio y de la humanidad

ESPAÑOL

En mi caminar como mujer consagrada, y en este momento que vivo, como animadora general de la Congregación, me he dado cuenta de que cuando la misión está en el centro, todos los demás aspectos de nuestra vida quedan armonizados; porque el sentido de la vida, el por qué nacimos, lo da precisamente la misión; esta es nuestro motor y horizonte.

Seguramente hemos leído, escuchado, meditado… el significado de esta palabra. Mi experiencia personal me dice que es la misión la que da sentido a nuestra consagración. No respondemos a Dios en la vida religiosa para satisfacer la necesidad de ser amadas y de amar de manera auto referencial. Tampoco nos reunimos en comunidad para crear lazos que satisfagan nuestro deseo de relación, la necesidad de pertenecer, o vivir la comunión. Si respondemos al amor de Dios y lo hacemos en comunidad es únicamente para entregar la vida por los demás, para la misión. Me atrevería a decir que una vida sin misión es una vida vacía. Una vida sin misión cumplida es una vida fracasada.

El verdadero sentido de la misión de la vida religiosa es testimonial: ser testimonio de vida evangélica donde quiera que estemos y sea cual sea nuestra tarea, aun cuando ya no podemos hacer nada. Hay presencias densas que hablan por sí mismas. Testigos, nada más que testigos de humanidad, de evangelio; aquí creo que está la calidad de la misión, el sentido verdadero de esta palabra.

El testimonio no es simplemente una obligación moral, un deber. Es algo que surge sin buscarlo ni proponérselo. Y el testimonio siempre está asociado a la bienaventuranza, no necesariamente al placer. El testimonio es compatible con el sufrimiento pero no con la tristeza existencial. Esta misión testimonial es mucho más exigente que los laboriosos trabajos apostólicos. Estos se pueden realizar con preparación. Sin embargo, la misión testimonial solo puede brotar de una vida verdaderamente evangélica.

Las diferentes visitas que he realizado como general de mi congregación, a los lugares en los que estamos presentes, me hacen afirmar que las hermanas son reconocidas, acogidas, valoradas, no tanto por la labor que realizan en los diferentes servicios que desempeñan, y que son importantes en sí mismos, sino por la calidad de su vida, por la acogida incondicional, por la escucha atenta, por ser capaces de salir de su casa para adentrarse en el corazón de las personas, sobre todo de aquellas que sufren.

Además, en esta entrega, se hace real esta Palabra de Jesús: “quien pierde su vida la encuentra”. ¡Si! es aquí donde la misión se convierte en fuente de sentido. Es gratificante la compasión, vivir la misión con pasión, padecer con los que padecen y reír con los ríen. Que la misión sea gratificante no quiere decir que no tenga un coste de sufrimiento, pero el sufrir con las víctimas termina por hacer nuestra vida mucho más humana y satisfactoria.

Las hermanas que entienden así la misión viven con hondura, con alegría, con esperanza, con la certeza de que su vocación tiene sentido. Son mujeres que ensanchan el espacio de su tienda, que acogen a las demás hermanas con corazón abierto y agradecido, que cuidan el contacto personal, sin anular los sentimientos y los afectos; los viven sanamente. A esta experiencia de vida religiosa merece la pena adherirse; aquí cobra sentido la palabra «hermana»; aquí la comunión fraterna está centrada en Dios y su proyecto.

Y por supuesto que para discernir el querer de Dios es fundamental “estar muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”, porque solo mediante una relación afectiva con Jesús podremos vivir desde sus mismos sentimientos de compasión por la humanidad. Las auténticas misioneras son las grandes místicas, porque han experimentado, no solo comprendido, que no hay dos modos de amar sino uno único: amor a Dios y amor al prójimo vivido en unidad y no como dos amores yuxtapuestos. Quién es verdaderamente de Dios es todo para los hermanos.