NUESTRO COMPROMISO MISIONERO

Agradeciendo al Señor esta experiencia y caminar fraterno y sincero de estos días del kairós congregacional, tras una jornada intensísima de ir confirmando una por una todas las opciones y determinaciones trabajadas estos días del Capítulo, nos reunimos esta tarde en la capilla.

La Eucaristía presidida por el P. Elías Royón SJ, vicario episcopal para la Vida Consagrada de la archidiócesis de Madrid. Las hermanas CMT de la casa provincial, las hermanas CM de la Provincia Mater Carmeli: Gemma Martín, superiora provincial, Cecilia Andrés y Miriam Fernández, y tres hermanas de la comunidad de la Compañía de María, se han unido a esta Acción de gracias.

Y la homilía, como si el Espíritu nos estuviera recordando la experiencia de estos días, trae este mensaje: “Un cuerpo con el corazón y la mente abiertos a la voluntad de Dios, con un solo corazón y una sola alma; integrando diferencias que en la búsqueda y en el discernimiento no dividen, sino que enriquecen. Un cuerpo, una comunión, una fraternidad para una misión siempre nueva; renovada como la Iglesia espera hoy de la vida consagrada; unos vinos añejos, que son nuestros carismas y nuestra historia, nuestras raíces, capaces de engendrar también hoy vida, porque están enraizados en el Evangelio; pero que exigen sin embargo, unos odres nuevos, unas estructuras renovadas y sobre todo, un espíritu revitalizado para ser eficaces en la evangelización; no tened miedo a la novedad que viene del Espíritu y nos pide conversión, cambio, apertura… el Señor llama y envía, la misión nos saca fuera, nos defiende de nuestros individualismos, nos sitúa en salida, a anunciar la esperanza que se revela solo a los pequeños, a los sencillos de corazón, y se les oculta a los sabios y poderosos. Habéis renovado vuestro compromiso misionero con los más vulnerables, con un acento especial a las víctimas de la trata de personas y de todo tipo de violencias.

Permitidme que me refiera aquí, brevemente, el impacto que me causó el encuentro con María José y su relato sobre vuestro empeño por la liberación de la esclavitud de los más pequeños; me envió después el librito «Vuestros nombres están escritos en el cielo» que leí con estremecimiento y conservo como testimonio. Muchas gracias.

Así sois «custodias de la Vida»; vidas humanas preciosas y limitadas pero que muestran y reflejan la Vida de Dios que es amor, la entrega por amor de Jesucristo a la muerte, para darnos vida, para hacernos a todos sus hijos e hijas y por tanto libres y felices. Imitando a Jesucristo, desdeñando los riesgos y las amenazas de los poderosos, mostrando su amor, liberáis a los que, por la crueldad de los hombres, fueron agarrados por sombras de muerte, y exponéis, así como custodias la Vida con mayúscula, la vida de donde nace el verdadero amor y la auténtica libertad que se transforman en esperanza y gozo.”

Sus últimas palabras nos situaban en el tiempo de Adviento que iniciamos, a la vez que recordaban que la vida cristiana es un adviento permanente, un esperar la venida de Aquel que está presente. A María, custodia del niño en el pesebre, encomendamos nuestro caminar.