TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL:
TERCER DOMINGO DE CUARESMA: ¡No más viejas formas, sino transformadas!
Al reflexionar sobre el Evangelio esta tercera semana de Cuaresma me viene a la mente el lema de una campaña que dice “¡No más viejas maneras, sino transformadas!” Muchas veces nos encontramos viviendo en el presente, pero viendo, pensando y haciendo cosas según las viejas formas. El pasado, el camino anterior, se convierte en nuestra referencia cuando contemplamos y tratamos el presente.
Jesús siente lo mismo cuando algunas personas se acercaron a él y les contaron acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la sangre de sus sacrificios. Eso hizo que él les formulara una pregunta como punto de reflexión, de modo que se dieran cuenta, fueran conscientes … “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”.
El Papa Francisco nos dice que «convertirse no solo es cambiar la manera de vivir, sino también el modo de pensar» (22-01-2017 Angelus), «es necesario convertirse, cambiar la mentalidad, renunciar a pensar como antes, cambiar, convertirse» (26-12-2017 Angelus) para que podamos vivir esta temporada de Cuaresma intensamente, con la mente y el corazón renovados, preparados para el misterio pascual: La pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Isaías nos recuerda que el tiempo del arrepentimiento es el momento presente (Is. 55: 6-7). Es una invitación a vivir bien el presente (Mk.13: 24-32), y a ser hombres y mujeres capaces de leer los signos del tiempo, lo suficientemente sensibles como para escuchar el clamor de los necesitados y responder generosamente, con audacia, como una manifestación de la misericordia y la bondad de Dios, como proclama el salmista en el salmo de hoy «el Señor es compasivo y misericordioso” (Sal 102).
El evangelio nos advierte a todos “Si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”. Que esta advertencia sea suficiente para sacudirnos a todos, no para temer, ni para avergonzarnos, porque todos somos pecadores, sino que nos permita abrir nuestros corazones para escuchar sus palabras, experimentarlo profundamente en nuestra oración y encontrarlo de cerca mientras hacemos actos de caridad, especialmente en este tiempo de cuaresma, para que el verdadero arrepentimiento, la transformación y la conversión se den realmente.
Y que, cuando el dueño del campo venga, como en la parábola de la higuera, no nos veamos desprevenidos y sin fruto. No seremos cortados después de años de espera, si hacemos nuestras las palabras de la antífona de cuaresma “Si hoy escucháis la voz del Señor, no endurezcáis el corazón.”