Cuando pequeña me encantaba trazar lineas con mis dedos sobre la arena de la playa, era una sensación muy agradable la de escribir sobre una superficie con características tan particulares, no siempre homogéneas… En el evangelio de este domingo, también Jesús escribe sobre el suelo, pero ¿en qué circunstancias lo hace?… en el encuentro de Jesús con una mujer acusada de adulterio y un grupo de personas que la condenan.
Qué distintas pueden ser nuestras reacciones ante la fragilidad de un hermano o hermana… Por un lado, piedras en las manos y gritos lapidarios de condena; por otro, silencio reverencial y manos en contacto con la tierra, ¿con nuestra tierra?, como dibujando o escribiendo en ella. ¿Después?… solo unas pocas palabras:
- “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra” … palabras que instantáneamente provocaron que los gritos se silenciasen y las piedras cayesen de las manos de los acusadores.
- “Yo tampoco te condeno” … palabras que abrieron para la mujer adúltera la oportunidad de experimentar algo nuevo que ya está brotando (1ª lectura), de olvidarse de lo que dejó atrás y de lanzarse hacia la meta que es Cristo Jesús (2ª lectura); palabras que cambiaron su suerte como los torrentes del Negueb, ¡el Señor ha estado grande con ella! (Salmo).
En el evangelio de este quinto domingo de Cuaresma escuchamos a Jesús que, con sus palabras, habla y despierta la conciencia de cada uno. A los acusadores les hace caer en la cuenta de sus propias incoherencias y fragilidades y dar pie atrás; mientras que, a la mujer adúltera le abre la posibilidad de levantarse y reorientar su vida…
Las palabras tienen un poder impresionante: nos permiten “hablar” sobre las cosas, describir realidades, pero además hacen que las cosas sucedan, crean realidades.
¿Qué palabras escojo usar? Mis palabras, ¿son palabras que levantan o dejan caer? ¿Qué tono tienen? ¿de juicio o de misericordia?
Muchas veces nos descubrimos con el juicio a flor de piel, nos atribuimos el derecho de decir que nuestro hermano o hermana está en lo correcto o no y muchas veces lanzamos piedras de condena, de juicio, de humillación… Pero Jesús no actúa así, Él nos da nuevas oportunidades, sigue creyendo en nosotros a pesar de que muchas veces nuestra respuesta no es la esperada.
¿Cómo te encuentras en este momento? ¿Necesitas palabras de misericordia?, ¿Hay alguien a quién debes hablar con ese mismo amor, misericordia y gracia con la cual Dios te ha hablado a ti?
En este mundo en que las palabras se “viralizan” de inmediato, necesitamos viralizar palabras que generen vida y no muerte; que despierten conciencias y provoquen el cambio; que nos permitan experimentar la novedad de la ternura y del amor y así olvidar lo que dejamos atrás y lanzarnos hacia la meta que es Cristo Jesús.
“Yo tampoco te condeno, vete y no peques más” … menos de diez palabras que marcaron un antes y un después en la vida de esa mujer… menos de diez palabras ya no escritas sobre arena o polvo, sino escritas a fuego de Amor sobre su corazón.