“Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra” (Salmo 103)
Después de la Resurrección de nuestro Señor Jesús, este Domingo está marcado de una manera especial por la presencia del Espíritu Santo. El es, en efecto, el Don pascual por excelencia. Es el Espíritu creador, que crea siempre cosas nuevas. Hay dos novedades en las lecturas de hoy: En primero lugar, el Espíritu Santo hace que los discípulos sean un pueblo nuevo; en segundo lugar, El crea en los discípulos un corazón nuevo.
Un pueblo nuevo. En el día de Pentecostés el Espíritu bajó del cielo en forma de «lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas” (Hch 2,3-4). Esta Palabra de Dios describe así la acción del Espíritu, que primero se posa sobre cada uno y luego pone a todos en comunicación. = A cada uno da un don y a todos reúne en unidad. En otras palabras, el mismo Espíritu crea la diversidad y la unidad, y de esta manera plasma un pueblo nuevo, variado y unido: la Iglesia universal.
Un corazón nuevo. Jesús resucitado, en la primera vez que se aparece a los suyos, dice “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados” (Jn 20,22-23). Jesús no los condena, a pesar de que lo habían abandonado y negado durante la Pasión, sino que les da el Espíritu de perdón. El Espíritu es el primer don del Resucitado y se da en primer lugar para perdonar los pecados. Este es el comienzo de la Iglesia, este es el aglutinante que nos mantiene unidos, el cimento que une los ladrillos de la casa: el perdón. Porque el perdón es el don por excelencia, es el amor más grande, el que mantiene unidos a pesar de todo, que evita el colapso, que refuerza y fortalece. El perdón libera el corazón y le permite recomenzar. El perdón da esperanza, sin perdón no se construye la Iglesia. El Espíritu nos insta a recorrer la vía de doble sentido del perdón ofrecido y del perdón recibido, de la misericordia divina que se hace amor al prójimo.
SEÑOR Y DADOR DE VIDA, ESPÍRITU SANTO: Ven a nosotros, te necesitamos para tener los mismos sentimientos de Cristo; para que su Palabra sea siempre la norma de nuestra vida; para que la Paz, que el mundo no puede dar y es uno de tus frutos, inunde nuestra vida; para que triunfes tú en nosotros contra el eterno enemigo que intenta engañarnos. ¡VEN ESPÍRITU SANTO, VEN EN NUESTRA VIDA!
Carmelita Misionera Teresiana – África