Lucas 16,19-31

«En la tarde de la vida, seremos juzgados en el amor». Esta famosa cita de San Juan de la Cruz me ha recordado la historia del hombre rico y Lázaro del Evangelio de hoy. Que al final de nuestra vida, cuando nos enfrentemos a nuestro Dios, no nos preguntarán dónde hemos estado, cuántas riquezas hemos acumulado, qué títulos educativos hemos obtenido, sino que la pregunta final que todos debemos responder será: «¿cuánto hemos amado?

Que en nuestra riqueza y en nuestra pobreza no cerremos las puertas de nuestros ojos a la miseria de nuestros hermanos y hermanas. Y que no dejemos que nuestra insensibilidad, nuestra indiferencia y nuestra pecaminosidad nos cieguen para poder reconocer los rostros concretos de las personas que están a nuestro lado, de los que llaman a nuestras puertas, de los marginados, de los vulnerables y de la parte más herida del Cuerpo.

Santa Teresa del Niño Jesús en su caminito nos habla de la importancia de la calidad de nuestro amor. Que nuestra valía depende de cuánto amemos de verdad, y no de las riquezas y posesiones que hayamos acumulado aquí en la tierra. Este domingo, pidamos a nuestro amoroso Señor que mantenga nuestro corazón abierto a su gracia, que invierta todas nuestras energías, talentos y dones en las cosas celestiales, que fortalezca nuestra capacidad de amar y de ser individuos más amorosos hacia la felicidad genuina y hacia una vida eterna. Para que, al final de nuestra vida, nuestro buen Señor no nos diga: ‘Hijo mío, recuerda que tú recibiste lo bueno en vida, mientras que Lázaro también recibió lo malo; pero ahora él es consolado aquí, mientras que tú eres atormentado.

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – ASIA


Luke 16:19-31

“In the evening of life, we will be judged on love alone.” This famous quote of St. John of the Cross reminded me of the story of the rich man and Lazarus in today’s Gospel. That at the end of our life, when we face our God we will not be asked where we have been, how much wealth we have accumulated, what educational degrees we obtained, rather the final question we are all accountable to give an answer will be…”how much we have love?

That in our richness and in our poverty we do not close the doors of our eyes to the misery of our brothers and sisters. And we don’t let our insensibility, indifference, and our sinfulness to blind us, to be able to recognize the concrete faces of the people beside us, those who knock on our doors, those who are marginalized, vulnerable and the most wounded part of the Body.

St. Therese of the Child Jesus in her little way tells the importance of the quality of our love. That our worth depends on how much we truly love and not on the wealth and possessions we have accumulated here on earth. Let us ask our loving Lord to keep our hearts open to His grace, to invest all our energies, talents, and gifts to heavenly things, to strengthen our capacity to love and be more loving individuals towards genuine happiness and to a life everlasting. So that at the end of our life, our good Lord will not utter to us: ‘My child, remember that you received what was good during your lifetime while Lazarus likewise received what was bad; but now he is comforted here, whereas you are tormented.