Actualmente cuando queremos acceder a algún espacio particular en el mundo virtual se nos exige una prueba de autentificación: nuestro teléfono, un código que se envía al e mail personal, o los “capcha” donde debemos identificar letras o fotografías determinadas… Estas acciones tienen como fin comprobar la identidad del usuario, para evitar que otros ingresen a esos sitios reservados. Esta podría ser la versión moderna de la “puerta” de la que nos habla Jesús en el Evangelio de hoy.

La pregunta de los discípulos es muy común entre nosotros, que aún siglos después de Cristo, nos seguimos centrando en los números ¿son pocos los que se salvan? Pero Jesús no responde cuántos, sino que con palabras muy claras afirma que hay un requisito indispensable: pasar por la puerta estrecha que es simplemente el AMOR, el tipo de amor que Él mismo encarnó y nos enseñó a vivir. Entonces la respuesta no apunta a «cuántos”, sino a quién y cómo amamos.

Sólo quien es capaz de amar al modo de Jesús puede entrar al Reino; sólo quien es capaz de olvidarse de sí mismo por amor, podrá cruzar esa puerta estrecha; sólo quien es capaz de amar hasta el extremo y un extremo de cruz, podrá cruzar el umbral de la salvación que no es otra cosa sino la felicidad eterna, la felicidad de una vida entregada por AMOR.

El amor hecho obras, es el código de autentificación de cualquier persona que se defina seguidor de Jesús. Un verdadero seguidor de Jesús es quién AMA, y gasta su vida AMANDO a quienes amó Jesús: quien se compromete con la causa de los más desfavorecidos, los “olvidados” de este mundo; quién no se detiene en él mismo, sino que vive una vida para los demás; es quien defiende la integridad y la dignidad de las personas, que no pasa  de largo ante el dolor de un hermano; quien vive las dificultades en clave de salvación y lejos de dejarse abatir por ellas, las ve como una oportunidad de amar más y mejor; quien no se detiene en sus egoísmos y necesidades, en sus frustraciones o duelos, en su debilidad o pecado, sino que es capaz de transformar ese dolor, esa humillación y ese pecado en camino de salvación cuando, dejándose corregir, es capaz de reconocer y emprender nuevamente la marcha hacia el amor.

Y se queda fuera, quien no es capaz de pasar por esa puerta, quién ha olvidado la clave de autentificación, seguirá sumido en el dolor egocéntrico y la soledad vacía, en la autocompasión y el autoengaño, en la imposibilidad de reconocer la propia verdad y por ende de enmendar. Este estado es ciertamente lo más parecido al llanto y el rechinar de dientes.

Ya conoces el código de autentificación de un verdadero creyente, ya sabes cuál es la puerta. Para Jesús no hay medias tintas; ni buenos deseos; ni cargos, ni “influencias”, nada de eso te servirá. Sólo escribe con tu vida AMOR y podrás entrar a la felicidad de quién no ha desperdiciado su vida en otra cosa, sino en AMAR.

FAMILIA PALAUTIANA

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