La relación con Dios, y todo lo que tiene que ver con Él, es un proceso, un camino abierto e inacabado, en el cual siempre hay algo por estrenar…Así fue para Samuel (Sam 3, 3b-10. 19) para los primeros discípulos (Jn 1, 35-42) y también lo es para nosotros hoy.

Los discípulos del evangelio, al igual que Samuel, ya andaban en “las cosas de Dios”, los primeros seguían a Juan Bautista que les hablaba de convertirse porque el Reino estaba cerca, Samuel vivía en el templo, consagrado  al Señor desde niño. También nosotros, los que estamos leyendo estas páginas,  desde nuestra fragilidad, estamos ya en “las cosas de Dios”,  funcionamos ya “en modo divino”… Dios, su Palabra, el Reino, el  bienestar y el dolor de la gente, de la Humanidad  son parte de las búsquedas, motivaciones y opciones en nuestra vida; y sin embargo, al igual que estas personas de las lecturas de hoy,  podemos dar un paso más, podemos ir más adentro y más allá en la relación con Dios y todo lo suyo porque con  Él  y en Él, siempre se puede más…

El seguimiento de Cristo es  una experiencia dinámica en que  cada día, cada encuentro, cada circunstancia es una oportunidad de  “ir y ver” donde habita Dios, su amor, su enseñanza, su paz, su necesidad viva en la carne de los sufrientes; ven y verás donde habito es una invitación siempre presente, una propuesta que en el día a día  nos anima  a correr  el riesgo de recibir más luz, asumir mayor compromiso, dar más amor,  entregarnos mejor, hacer de nuestro sí un seguimiento más concreto y fecundo porque “siempre” puedo dar un paso más firme y generoso en mi vida de relación con el Otro y los otros.

Siendo realistas, sabemos que esto no es fácil, y que, como Samuel, a veces no sabemos distinguir su voz, como los discípulos necesitamos que nos indiquen que es Jesús el que va pasando. En esos momentos necesitamos que nos ayuden a interpretar, necesitamos de otros u otras que nos animen en la escucha, en el seguimiento, en ese “pasito más” que se nos está pidiendo.  Qué difícil resulta a veces reconocer su voz entre tanto bullicio de nuestro mundo interior, del acontecer de nuestra familia, la comunidad a la que pertenecemos, los circunstancias políticas y sociales y sin embargo, allí, en medio de todo aquello, Él está…hablándome…llamándome… ahí está, participando en mi día a día,  en el devenir de la historia, de la sociedad, del mundo, de la vida de todos y cada uno.

Toda nuestra existencia, cada relación, cada encuentro, cada día, cada momento es esta dinámica, es descubrir que en eso que estamos viviendo hoy y ahora están la Palabra y el plan de Dios, a veces muy claramente y otras de manera velada, como oculta.

Ojalá que este domingo podamos, primero, agradecer por las personas que, como Elí y Juan Bautista, nos han ayudado a reconocer la voz y el paso de Dios en nuestra vida y en la historia, y segundo, que al responder a su voz entretejida en las urgencias y necesidades de los demás lo realicemos siendo conscientes que no se trata sólo de un encuentro en que nos gozamos del mutuo amor sino sobre todo de asumir y cooperar en su proyecto salvador, sanador, liberador…

Tenemos que actuar…movernos… No es tiempo de perezas y miedos, es tiempo de riesgos y acción. Levantémonos una y otra vez, como Samuel; pongámonos en camino dejando atrás planes y esquemas, como los discípulos, la Humanidad clama y en ella, Dios.

CARMELITA MISIONERA TERESIANA-AMÉRICA