Reflexión del Evangelio de San Marcos 1,14-20

Cuando Jesús llamó a Simón, Andrés, Santiago y Juan, ocurrió en la vida cotidiana, sencilla y ordinaria de los pescadores, echando y remendando redes. A nosotros, como familia palautiana, se nos recuerda que Jesús viene a nosotros y nos llama en nuestra vida normal y rutinaria como hermanas y laicos. Quizás no zurciendo redes sino cuidando a los enfermos, acariciando a los niños, inspirando a los jóvenes, atendiendo a los ancianos, etc. No importa lo que sea y donde estemos; el llamado permanece, a ser pescadores de hombres.

Por nuestra consagración bautismal, todos compartimos esta misión profética de Jesús; para anunciar el Evangelio y dar a conocer su infinito amor y misericordia hacia todos nosotros. Como hijas e hijos de Francisco Palau, se nos recuerda la centralidad de la misión en nuestra vida. Y deseamos y concretamos nuestro anuncio del Evangelio viviendo en comunión, anunciando y restaurando la belleza de los miembros desfigurados del Cuerpo de Cristo, y escuchamos y respondemos a las necesidades más urgentes de la Iglesia de hoy y ahora.

La misión que se nos ha confiado es difícil y extensa, pasamos de ser un pescador común como hermanas y laicos para ser pescadores de hombres. Con esto, se nos invita a emprender el camino de la conversión permanente como forma de vida; permitiendo que Dios nos transforme, nos moldee hasta convertirnos en sus obras maestras, hermanas y laicos a imagen y semejanza de Dios.

Como todos sabemos, el proceso no es sencillo. Requiere muchos sacrificios y morir a uno mismo. Con esto, volvamos a Jesús para que nos guíe y nos enseñe como enseñó a sus discípulos. Y que la misericordia y el amor de Dios sanen nuestra fragilidad y nuestro quebrantamiento, para que podamos navegar con alegría, con valentía y perseverancia para acercar más a nuestros hermanos y hermanas a Dios.

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – ASIA

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