Evangelio de Marcos 12,28b-34

En el Evangelio de este domigo un escriba pregunta a Jesús “¿Qué mandamiento es el primero de todos?” y Jesús responde con las palabras del Deuteronomio, diciéndole primero que todo “Escucha Israel”, es decir, para Jesús escuchar es lo primordial, San Pablo dice que escuchar es el camino por el que el hombre llega a la fe (cf. Rm. 10, 14).

Escuchemos entonces el principal mandamiento el del amor,  al que alabamos tantas veces por ser tan hermoso, tantas veces cantado en canciones y usado en poemas, el cual hace unir a parejas en un compromiso hasta que la muerte los separe y a nosotras como religiosas nos mueve a profesar los votos y a aspirar a la caridad perfecta, por poner algunos ejemplos.

¿Por qué, si es tan hermoso e inspirador este mandamiento, se nos hace tan difícil hacerlo vida? Pienso que una de las principales razones es porque comenzamos por la última parte amarse a uno mismo, al comenzar al revés, al no beber de la fuente del amor ¿Qué podemos entregar? Nadie da lo que no tiene; es difícil dar pasos hacia atrás cuando ya hemos comenzado el camino, pero gracias a Dios, siempre Él nos da nuevas oportunidades, Él siempre hace nuevas todas las cosas, y su Palabra es siempre nueva, y por eso nos permite comenzar y recomenzar una y otra vez, todo es posible para el que cree. La invitación de amar a Dios con todo el corazón, con todo el alma con toda nuestra mente nos prepara para dar el siguiente paso, amar al prójimo, porque en el verbo amar se incluye la aceptación, el perdón, la compasión, la solicitud, la misericoria y todo lo bueno que nos viene de Dios y si lo recibimos de Él nos llega en plenitud, porque en Él no existe la mesquindad.

A amar se aprende amando, no hay otra fórmula, y sabemos que el amor saca amor y que Dios habita en corazones unidos por el amor. Entonces, ¿qué podemos hacer con lo que nos aparta del amor? Hay una respuesta fácil: apartarnos del egoísmo, de los celos, las envidias y de todo lo contrario al amor. La respuesta es fácil, pero es difícil vivirla. Por otra parte sabemos que no hay nada imposible para Dios y sabemos que todo proceso, especialmente el proceso de conversión, se da poco a poco, en el tiempo y con el tiempo. En el tiempo de Dios.

Toda nuestra vida está movida por el amor. Pidamos la gracia a Nuestro Señor que nos ayude a purificar el amor en nosotros. Que mientras más puro el amor a Dios, será más efectivo el amor al prójimo y nosotros aprenderemos a querernos bien.

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – AMÉRICA


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