Un día, mientras asistía al seminario, me encontré con una mujer, tal vez de unos 50 años. De la nada, comenzó a jactarse de su estatus y logros en la vida. Y escuchar lo que estaba diciendo fue realmente impresionante. Pero después de narrar brevemente su vida, su carrera, de repente se queda callada. Luego de unos minutos de pausa, dijo en tono bajo y triste “pero a pesar de todo lo que tengo y lo que he logrado, nada de eso satisface el hambre interior y tampoco me da una vida significativa”.

El evangelio de hoy va más allá de la alimentación extraordinaria de miles de personas. Representa al Señor que atendió el hambre de una multitud, el Pan que descendió del cielo (cf. Jn. 6, 41) que satisfacerá nuestro más profundo anhelo y hambre no solo por un momento sino para siempre; un alimento que da vida eterna.

Después de derramar su corazón y afirmar que la posesión, el poder, la fama y todo lo que el mundo puede ofrecer no saciará el anhelo más profundo del hombre, nos recuerda que debemos ocuparnos de buscar un alimento que nos dé una vida eterna. Que solo Dios puede satisfacer nuestra hambre de plenitud.

La mujer prosiguió “por muchos años, me ocupé de asegurar mi vida, trabajando día y noche para asegurar que a mi familia y a mí no nos faltara nada. Hace solo un año, cuando tuve un encuentro profundo con Dios, me di cuenta de que Dios es mi Pan de vida”.

Dejemos que la Palabra de Dios y Su Cuerpo y Sangre tal como lo recibimos en la Sagrada Comunión penetre en nuestro ser, abra nuestro corazón y le permita satisfacer nuestro anhelo más profundo. Dejémoslo ser el Pan de nuestra vida.

 

CARMELITA MISIONERA TERESIANA-ASIA

 

Descargar aquí:         Domingo 25 julio 2021          Reflection July 25, 2021