“…Así que comenzó a enviarlos en una misión de dos en dos…” Mc 6,7

Cuando Dios llama a alguien, es para darle una misión. Esto ha sido desde el Antiguo Testamento hasta hoy.

El grupo de los doce fue instituido por Jesús para que le acompañaran y para enviarlos a anunciar la Buena Nueva, con poder de expulsar a los demonios. A Él le han acompañado ya suficiente tiempo, han escuchado su enseñanza en parábolas, han presenciado sus milagros, han compartido su vida… Ahora es tiempo de «enviarlos de dos en dos» a los pueblos a los que Él iba a ir. En un clima de alegría, obediencia y esperanza, los apóstoles están expectantes ya que escuchan de los labios de Jesús que curarán enfermos, resucitarán muertos y expulsarán demonios cuando se pongan en camino. Pero Jesús les hace un encargo, que es condición para ser misionero: les pide viajar con poca carga, dejar atrás alforjas, bolsas y ni siquiera llevar sandalias de repuesto. Esta renuncia deja bien claro que los misioneros dependen sólo de de Dios, Él será su único apoyo. Los mensajeros del Reino de Dios no tienen mayor seguridad sino el profundo amor de quien los envía y de ahí la paz que irradian al entrar en las casas donde se les acoge, la paz del enviado porque es amado, la paz del amado que habla de su razón y fuente de vida.

Los apóstoles no tienen nada propio que anunciar, ni propias capacidades que demostrar, sino que hablan y actúan como «enviados», como mensajeros de Jesús. Su centro irradiador es Jesús, su mensaje, el de Jesús; y los milagros o sanaciones son realizadas en nombre de Jesús.

El texto de este domingo nos permite preguntarnos si nos consideramos realmente anunciadores del Reino o creemos que es cosa de otros … Todos somos llamados a testimoniar, en nuestros distintos ambientes de vida el Evangelio de Cristo, porque hay mucha reconciliación que construir, muchos desencuentros que sanar a fuerza de Buena Nueva y hay muchos males y dolencias que ungir y curar con nuestras manos cálidas, con nuestra palabra medicinal y con nuestra presencia amiga.

En este camino, los pensamientos del Padre Palau, un misionero por excelencia, nos pueden guiar.

“Empieza tu misión, predica el santo Evangelio bajo las formas que te serán manifestadas…” La dificultad toda está en el desempeño de mi misión por lo que toca a la predicación. Al encontrar los demonios, ¿no han de obedecer? Yo te lo mando: lanza los demonios doquiera que los encuentres. “Marcha, yo te envío; y en medio del choque te diré lo que tengas que hacer. Expulsa a los demonios, te lo ordeno. El ángel que lidera estas batallas estará contigo: camina y no te preocupes; te dará las instrucciones que necesitas en combate. Te daré tantas señales de que tal es mi voluntad, que no podrás dudar, aunque quisieras, de tu misión»

 “Vendrás a este monte las tardes antes de empezar tu misión, y te hablaré al corazón.” Escritos 582-606.

Que el Señor nos haga amar nuestra misión por su Espíritu Santo. Que esta tierra cante su amor al Señor. Que la Virgen, Madre y Reina del Carmelo nos acompañe en este camino como misioneros.

 

CARMELITA MISIONERA TERESIANA – ÁFRICA

 

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