El Evangelio de hoy, lleva a mirarnos más de cerca y examinar nuestra identidad, criterios y el objeto de nuestra misión como servidores de Dios. Podemos hacernos estas preguntas: a medida que vivo mi vida diaria en el servicio, ¿estoy viviendo mi identidad como hijo de Dios, fiel y confiable? ¿Cuál es el criterio de mi acción? ¿Y a quién estoy sirviendo?.

En la carta de San Pablo a los corintios «cada uno debe considerarse como el siervo de Cristo, mayordomos a quienes se confían los misterios de Dios» (1Cor 4,1). Lo que se espera de cada uno de nosotros es que seamos confiables. Alguien que esté enraizado en Cristo y lo tenga como el centro de su vida, permanecerá fiel y honesto en la espera del Señor cuando regrese (Mt. 25).

No se nos ha confiado cualquier cosa, sino los misterios de Dios, su amor infinito y su generosa misericordia para dar a conocer esta riqueza y esta experiencia en la cotidianidad de nuestras vidas, sin importar lo difícil que pueda ser.

En la primera carta de Pedro dice: “Cada uno de ustedes ha recibido una gracia especial» (1 Pedro 4:10), y es el mayordomo bueno y fiel, quien será el responsable de administrar estas gracias de Dios. Nuestra  vida es nuestro instrumento. Ofrecer la vida de uno al servicio de los demás, hasta el punto de ponerla al servicio de las ovejas como el buen Pastor. No podemos ser pusilánimes, la vida cristiana exige el coraje de ir contra la corriente incluso hasta el martirio. San Lorenzo Ruiz de Manila dice: «Si tuviera mil vidas, todavía las daría todas a Dios». Un servidor fiel, por el poder del Espíritu, vive la plenitud de su vocación, ofreciéndose a sí mismo como la máxima expresión de su fe y de su amor a Dios y al prójimo.

La vida es siempre una elección, un discernimiento constante para elegir entre el egoísmo y el desinterés, la justicia y la deshonestidad, el bien y el mal. Nuestra acción y respuesta depende de nuestros criterios: ¿son evangélicos, radicales y transformadores o corruptos, injustos y deshonestos?…

El Evangelio nos recuerda esto, para tomar invitarnos a tomar una decisión clara. Nos desafía a ser un administrador con integridad, con claridad de intenciones y comportamientos. Más aún, somos llamados a participar seriamente en la construcción de una comunidad eclesial que sea fiel a Cristo y a sus enseñanzas. Promover la paz y la unidad, ayudar en la construcción de una sociedad donde haya justicia y solidaridad.

En el libro de Josué dice: «honra al Señor y sírvele sincera y fielmente» (Jos. 24:14). Si amar a Cristo y al prójimo es el propósito final de todo nuestro ser, todos tenemos el desafío de evaluar nuestras elecciones diarias, examinar los criterios que tenemos al elegir y decidir cada día. Y al final del día, podemos encontrarnos mayordomos honestos, fieles y confiables de nuestro Dios.

En el libro de Josué, mientras habla a la gente de Siquem, dijo: «Decide ahora a quién vas a servir» (Josué 24:15). Lo mismo, el Evangelio de hoy nos pide reflexionar sobre «Ningún siervo puede servir a dos señores». Odiará a uno y amará al otro, o se dedicará a uno y despreciará al otro. No puedes servir a Dios y al dinero». Josué continuó y le dijo a la gente de Siquem» … en cuanto a mi familia y a mí, serviremos al Señor «(Josué 24:15).

Ahora la elección es nuestra. ¿A quién queremos servir?

 

CARMELITA MISIONERA TERESIANA-ASIA